En la última gran elección antes de las presidenciales de julio de 2018, como un mal augurio del porvenir del oficialismo, además de las derrotas inéditas sufridas por el partido tricolor en los estados de Veracruz y Tamaulipas —dos enclaves petroleros con puertos en el Golfo de México, devastados por la crisis de la industria energética y escenarios del poder del crimen organizado—, se han sumado otras dos inesperadas derrotas.
Desde su fundación en 1929, cuando puso fin al caudillismo de la Revolución Mexicana de 1910 contra el dictador Porfirio Díaz, el PRI inauguró siete décadas de ecléctico presidencialismo, interrumpidas en los años 2000 y el 2006, cuando los conservadores Vicente Fox y Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional (PAN, centroderecha), gobernaron hasta perder la presidencia en 2012.
A pesar de haber estado fuera del poder Ejecutivo durante 12 años, el PRI se replegó a sus fortificados feudos, para relanzar su regreso triunfal con Peña (2012-2018), sin embargo, hasta el domingo pasado nunca había perdido en esas cuatro plazas en 87 años de vida.
Además, el único partido que ostenta el estandarte tricolor de la bandera mexicana tampoco pudo recuperar otras dos plazas que gobernaba la oposición panista: Puebla en el centro y Chihuahua en el norte; y ha dejado escapar Aguascalientes, que había recuperado en 2010, luego de 12 años gobernado por el PAN.
Perder en casa
La derrota en esos reductos antes imbatibles del PRI, sobre todo en Veracruz, la tercera plaza más productora de votos del país, por su población y desarrollo industrial —después de la capital y el estado de México, que la rodea—, puede atribuirse a "la baja aceptación ciudadana del presidente Peña, la peor para un mandatario desde finales de 1994", apuntó este lunes el semanario mexicano Proceso en un análisis editorial de su redacción.
Más aún, por primera vez, un candidato independiente, Armando Cavada, gobernará Ciudad Juárez, un crucial paso fronterizo norteño hacia El Paso, Texas, EEUU, uno de los principales destinos de inversiones extranjeras que hace unos tres años superó el estigma de ser la ciudad más peligrosa del mundo, abriendo otro frente contra el PRI de Peña, los candidatos sin partido que enfrenta a la llamada "partidocracia".
Falsos cantos de victorias
La noche electoral tuvo el más desconcertante coro de vitorias de candidato que luego resultaron perdedores.
José Fonseca, analista del diario El Economista dijo que "candidatos y dirigentes, han sido irresponsables al proclamar triunfo, sin conocer los resultados del conteo de votos (…), consumidos por la ambición, no les importa socavar al sistema electoral, el único medio civilizado para resolver las luchas por el poder político".
El líder nacional del PRI, Fabio Beltrones, mantenía más allá de la medianoche del domingo cantos de victoria en nueve estados, pero este lunes ha tenido que admitir la derrota: el fracaso del veterano líder del PRI que ha encabezado la bancada oficialista en el Congreso "es rotundo", dice Proceso poniendo en duda sus planes para ser el abanderado presidencial en 2018.
Beltrones —dice la postura editorial del principal semanario de análisis político de México— "encabezó la fallida estrategia de la guerra sucia que alcanzó sus puntos más álgidos cuando relacionó, apoyado en manipulación de imágenes, a los candidatos opositores con el narcotráfico".
El PRI no solo ha perdido en Tamaulipas, Quintana Roo, Chihuahua y Puebla, sino que allí ha sido aplastado con más de diez puntos de ventaja.
Retroceso del sistema electoral
La noche del domingo también ha sido una de las más caóticas en términos de información electoral: el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) ha tenido uno de sus peores desempeños, coinciden muchos analistas.
Carlos Puig, columnista del diario Milenio y presentador del noticiario Milenio TV, ha llegado a la misma conclusión: "La noche de cada jornada electoral mexicana los resultados, las encuestas de salida, el PREP, y las declaraciones falsas de triunfo opacan, pero en esta ocasión todo parece haber sido peor".