Una docena de gobernadores provinciales —de los 32 estados que forman la federación mexicana— y un millar de las 2.500 alcaldías del país se disputan en esas elecciones.
En esta elección se ha puesto de manifiesto el lado más oscuro de la disputa política en México: los efectos del clima de violencia e inseguridad por el avance del crimen organizado ha sido utilizado en las campañas y aderezado por escándalos de corrupción, algunas ciertas, otras exageradas, con filtraciones de llamadas y comunicaciones privadas, sin escrúpulo, o campañas negativas. Ninguna termina en las cortes.
"En general se esperan alternancias, en el poder de las gobernaciones del PRI, que son nueve de las 12 y tres que están en poder de coaliciones de la oposición pueden cambiar de manos", dijo en un análisis con base en sondeos Roy Campos, director de la encuestadora Consulta Mitofsky.
"Al PRI podría irle mal, por no ganar nueve estados que gobierna, pero a cambio puede recuperar Oaxaca (sur de mayoría indígena y una élite muy rica) y Sinaloa (norte, cuna del narcotráfico)", señala Campos.
Las campañas electorales han sido muy tradicionales, con promesas convencionales, con ofertas de seguridad y empleo que casi nadie cree y cientos de miles de jingles sin contenido.
Disputa con miras a 2018
En medio de una disputa feroz por el control de poderes regionales, entre saltos de candidatos de un lado a otro del espectro político, Tamaulipas es un escenario donde sobrevive el Partido Acción Nacional (PAN que sacó 12 años al PRI de la Presidencia).
Por otra parte, las elecciones en Veracruz, han tenido un protagonista criminal en la pandilla de los Zetas, un cartel dedicado a todos los crímenes posibles, formado por militares retirados, señalado como responsable de fosas clandestinas y asesinatos de periodistas.
La singularidad es que dos primos de la familia política Yunes se enfrentan en Tamaulipas: Ángel Yunes Linares por una alianza opositora del PAN con centroizquierdistas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Héctor Yunes Landa del PRI. La campaña ha sido un concurso de lodo.
El actual gobernador Javier Duarte ha tenido seis años de pesadilla y tuvo que apelar al presidente del país y correligionario para frenar una violencia que tuvo muchos episodios funestos, como cuando 35 cadáveres decapitados fueron abandonados frente a un hotel donde estaban reunidos los procuradores de justicia de todo México en 2011.
Duarte ha estado bajo fuego pero no pierde la sonrisa: acusaciones de desfalcos en empresas de maletín y el mote de ser el estado más peligroso para los periodistas en México, el territorio de fosas clandestinas descubiertas por familiares de las víctimas.
Hace seis años, a días de la elección anterior de gobernador en Tamaulipas el candidato del PRI Rodolfo Torre fue asesinado. La investigación concluyó que el crimen fue cometido por el narcotraficante jefe del Cartel del Golfo, Eduardo Costilla, apodado "El Cos". Su hermano ocupó su vacío, pero gobernó casi en las sombras.
Hace un mes, el líder del PRI, Fabio Beltrones, que ha sido acusado por la oposición de tratar con criminales, dijo que todos los candidatos de su propio partido fueron vendidos al crimen organizado, cuando desertaron al PAN. Fue un escándalo. Tampoco llegó a los tribunales.
Así, Tamaulipas con su valiosa frontera con el país vecino del norte y Veracruz, con su rica costa petrolera y portuaria, son un territorio en disputa para el crimen organizado; pero como sea, tienen que cumplir con su paso ritual por el calendario electoral.
Y los apostadores miran hacia 2018 desde esos dos estados, dos ladrillos del muro mexicano de corrupción y violencia.