El politólogo se centró en las causas de la escalada de violencia cometida por varios militares norteamericanos: "La mayoría de los efectivos de la base naval de Okinawa son jóvenes impetuosos de 18 y 19 años. Viven en una cultura que no logran entender. Hay montones de alcohol y armas. Inevitablemente se meten en líos. El problema es que se encuentran bajo el paraguas estadounidense, que corre siempre un tupido velo sobre los incidentes de esta naturaleza".
El experto relató que, a pesar de los intentos de encubrir los crímenes, muchos acaban saliendo a superficie.
"Tokio no tiene que ver nada con eso. Las bases no están en la capital, sino en Okinawa. Tokio saca beneficios de su silencio, porque EEUU premia a la ciudad con diferentes inversiones y negocios. Pero Okinawa no goza de esos beneficios, todo se marcha a Tokio".
El 19 de mayo, una muchacha japonesa de tan solo 20 años, Rina Shimabukuro, murió a manos de un exmilitar estadounidense, Kenneth Franklin Shinzato, que trabajaba como contratista en la base aérea de Kadena. El Ejecutivo nipón entregó una nota de protesta al embajador de EEUU por el brutal asesinato.
Okinawa concentra un contingente de 50.000 tropas destinadas en el país asiático. Los firmes intentos de la población y del gobierno local de cerrar las bases han resultado infructuosos hasta la fecha.