La responsabilidad de EEUU ante la amenaza de Daesh

© REUTERS / Yuri GripasCasa Blanca en Washington
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La actual amenaza terrorista que ha dejado cientos de muertos en Europa desde el 11-S ha provocado que afloraran numerosas preguntas a la opinión pública.

¿Por qué se han producido todos esos atentados? ¿Han sido perpetrados realmente en nombre del islam? ¿O acaso están relacionados con la inmigración? ¿Cuál ha sido el grado de responsabilidad de los servicios de inteligencia? ¿Hasta qué punto son responsables los propios países occidentales como, por ejemplo, Estados Unidos?

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Los últimos actos de terror vividos en el Viejo Continente evidencian la intensidad de un desafío que tiene como principal exponente al Daesh (autodenominado Estado Islámico, proscrito en Rusia y otros países), aunque tampoco se debe despreciar el poder intimidatorio de Al Qaeda en el Magreb (AQMI), cuyas huestes operan en el norte africano. Son individuos que se llaman a sí mismos musulmanes y que citan pasajes del Corán como el que dice “matadlos allá donde los encontréis” (sura 2) para cometer sus tropelías. Se refugian en una lectura particular y sangrienta del libro religioso islámico y regulan la vida social de los territorios que conquistan de acuerdo a las fatuas que ellos mismos lanzan. Así, vivir bajo el dominio de los hombres negros del autodenominado Estado Islámico se convierte en una suerte de pesadilla real.

A muchos musulmanes les resulta imposible asimilar que se cometan actos sangrientos indiscriminados en nombre del Corán, pues su libro santo recoge mensajes de luz, paz y concordia. Así, asegura muy claramente que cualquier vida humana es preciosa y “que si alguien mata a una persona no en venganza de un asesinato, y/o para propagar el daño por la tierra sería como si matara a toda la humanidad”.

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La siguiente pregunta es: ¿son verdaderamente musulmanes estos sujetos? No está claro.  La institución de referencia del mundo musulmán, la universidad Al Azhar de El Cairo, no les considera no-islámicos, y se ha negado a llamarles apóstatas mientras sigan haciendo profesión de fe. ¿Por qué no lo hacen?

Hace cuatro meses, concretamente el pasado 2 de diciembre, durante un debate abierto celebrado en la Universidad de El Cairo, al doctor Ahmed al Tayeb, jeque y gran imam de Al Azhar —por consiguiente la máxima autoridad del centro universitario— le preguntaron por qué Al Azhar no emite una declaración formal denunciando que el Estado Islámico ha caído en un estado de “kufr” o rechazo, es decir, que se ha convertido en infiel.

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Tayeb dijo que la única forma que tiene Al Azhar de hacerlo es si un musulmán rechaza formalmente los principios fundamentales del Islam como son la “shadada” —“No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”— y las escrituras islámicas.

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De forma retórica el gran imam egipcio se preguntó cuál sería la situación, de acuerdo a la sharia o ley islámica, de un musulmán que acepta los fundamentos del islam pero que comete grandes pecados como beber alcohol. ¿Sería denunciado como infiel? El jeque de Al Azhar respondió diciendo que eso dependería de los puntos de vista de las escuelas suníes de jurisprudencia islámica. Algunas dicen que un musulmán que bebe o comete otros graves delitos se convierte en infiel mientras que otras escuelas no están seguras de eso y dejan su destino en manos de Alá.

Tayeb concluyó diciendo que "Al Azhar no puede acusar a ningún [musulmán] de ser un kafir [infiel], mientras crea en Alá y en el Juicio Final, incluso si comete una atrocidad. No puedo denunciar al ISIS [Daesh] como no islámico, pero puedo decir que ellos causan la corrupción en la tierra [una grave acusación en términos coránicos]. El ISIS cree que aquellos [musulmanes] que cometen grandes pecados son kafirs y pueden ser asesinados. Así, si yo les denuncio como no-islámicos, caigo en la misma [trampa] que ahora estoy condenando”.

¿De dónde proceden estos individuos tan radicales y fanáticos?

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Los datos de los analistas indican que hay 4.000 europeos luchando en el bando de Daesh, y concretamente en el caso de Bélgica 40 por cada millón de habitantes. En otras palabras, entre una cuarta y una quinta parte de los combatientes procede de Europa y eso dice mucho de lo que está pasando en el Viejo Continente. Algo muy grave está ocurriendo dentro de sus fronteras y no todos los países se ven igualmente afectados.

Daesh está movilizando a segundas generaciones de musulmanes en Bélgica, Francia y Holanda, pero en España e Italia este fenómeno se da en mucha menor medida. Es relevante el dato de que no tienen impacto en los dos países europeos donde viven más musulmanes, esto es, Bulgaria y Chipre.

Estas segundas generaciones no se identifican con su lugar de nacimiento ni con el de sus padres, y muy a menudo sufren el impacto de las políticas sociales y las dinámicas internas de los musulmanes. Desde el punto de vista sociológico, no es nada fácil definir su perfil concreto pues muchos de ellos son de clase media y algunos tienen estudios universitarios.

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“El problema radica en una crisis de identidad a la que no se dio importancia en el pasado”, admite Fernando Reinares, director del Programa de Terrorismo Global del Real Instituto Elcano. El especialista en seguridad también ve relevante el tema de la islamización del radicalismo.

¿Qué se ha hecho hasta el momento? ¿Y qué se puede hacer a partir de ahora contra este brote yihadista?

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Tras los atentados en Londres en julio de 2005 se desarrollaron programas europeos de reintegración, programas que son competencia nacional, y que no están funcionando a tenor de las cifras de movilización y radicalización. Los planes se aplicaron principalmente en el Reino Unido, Holanda y los países escandinavos.

En el contexto actual urge revisar estos programas, especialmente en dos ámbitos: el de las prisiones, con respecto a los retornados (los combatientes que regresan a Europa); y el de las redes sociales, con respecto a la captación de adeptos.

“A la hora de encontrar soluciones, el cara a cara (individualizar) es muy importante. No existen fórmulas mágicas, y el mejor método es el de prueba y error y la evaluación posterior. Hay que pensar en la desradicalización. Hay que hacer didáctica social. Hay que activar la inteligencia contra la radicalización. Hay que ser más resilientes (es decir, capaces de adaptarse a una situación adversa)”, sostiene Carlota García-Calvo, investigadora del programa que dirige Reinares.

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“Las políticas de integración no funcionan. Se magnifica la amenaza que no es existencial. Se está sobredimensionando y eso no ayuda a la respuesta”, declara Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). “Tenemos que cuestionar nuestras políticas exteriores y hacerlas más coherentes. No se pueden vender armas, justificar golpes como el de Egipto o sonreír a Arabia Saudí que apoya el yihadismo. Hay mucha diferencia entre lo que decimos y hacemos, entre nuestros valores y la realpolitik. Las sociedades musulmanas que ven que Occidente sigue ayudando a regímenes impresentables se muestran antioccidentales”, añade el politólogo, quien también es comandante en la reserva.

“También hay que modificar el concepto de seguridad. Se trata de que haya más coordinación entre los servicios secretos y entre la policía, más colaboración entre los sistemas judiciales europeos, más colaboración entre los sistemas económicos europeos. Todo esto está en el papel pero no en la práctica”, explica Núñez Villaverde.

¿Cuáles son las motivaciones de estos extremistas?

Son muy distintas.  En el colectivo del Daesh encontramos a ex militares iraquíes, fruto del  error estratégico clamoroso cometido por Estados Unidos con su invasión de Irak en marzo de 2003, pero también hay revanchistas, mercenarios extranjeros que son bien pagados por los yihadistas, e incluso amantes de las aventuras extremas.

“Conociendo esa diversidad podremos encontrar una solución”, considera Núñez Villaverde, quien hace mucho hincapié en el lenguaje que se maneja al hablar del islam pues a veces es despectivo y eso supone “un error brutal que engrandece al enemigo”.

¿Hay riesgo de que los yihadistas usen armas de destrucción masiva?

El sistema no garantiza la seguridad al 100%, pero existe cierto alarmismo con respecto a que utilicen una bomba sucia cuyo efecto letal es bastante reducido, es decir, no se puede comparar al que produce una bomba atómica. Al Qaeda las ha buscado en el pasado con lo que no se descarta que también lo esté haciendo el Daesh. No obstante, el material nuclear está muy controlado y su huella es muy fuerte.

¿Cuál es el grado de responsabilidad de los Estados en esta escalada terrorista excepcional?

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Su responsabilidad es enorme. A la hipocresía y el doble rasero de los gobiernos occidentales hay que sumar el hecho de que Washington desencadenó, con su entrada en Irak, un amplio movimiento de insurgencia que alimentó los tentáculos de Al Qaeda y además provocó su mutación en lo que ahora es el temible Estado Islámico, un monstruo que saltó las fronteras y se instaló también en Siria. Por ejemplo, Estados Unidos tuvo detenido de febrero a diciembre de 2004 en el centro clandestino de Camp Bucca al autoproclamado califa del Daesh Abu Bakr al Bagdadi.

Por otro lado, hay países europeos, cuyas decisiones antiterroristas son lentas y desiguales. ¿Alimentan los países Schengen las bases de datos de Schengen? No. Y eso podría haber contribuido a una mejor reacción policial que evitara los atentados de París y Bruselas.

Resumiendo, para hacer frente a esta movilización yihadista que no tiene precedentes si la comparamos con la de los Balcanes, Chechenia o Irak, hay que tomar medidas multifacéticas que van más allá de los bombardeos aéreos. Es preciso tener en cuenta los efectos desfavorecedores de ciertas políticas educativas, la reacción de la sociedad civil y el comportamiento de la comunidad islámica –la umma- que, según una reciente encuesta realizada en Reino Unido, no aprueba el terrorismo, pero tampoco delataría a un hermano musulmán.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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