Las consecuencias dañinas se deben a un metabolismo distorsionado vinculado con los ácidos grasos esenciales para la vida humana, como omega-3 y omega-6.
Sin embargo, el organismo humano cuenta con el mecanismo de compensar la falta de esos ácidos grasos en su dieta. Las personas que comen carne los reciben al comer los productos cárnicos y, por lo tanto, no necesitan fuentes adicionales para abastecerse. Los vegetarianos, por su parte, dependen de una "síntesis interna" de esas sustancias, cuya eficacia está en relación con la presencia de ciertas mutaciones en el organismo humano.
Los científicos estudiaron varias comunidades con dietas particulares y descubrieron en las poblaciones tradicionalmente vegetarianas un polimorfismo —la existencia de distintos alelos de un mismo gen que implica cambios en la secuencia genética entre integrantes de una cierta población— denominado Rs66698963, que es un pequeño fragmento del ADN que se encuentra en la parte no codificante del gen FADS2.
Con la ayuda de este gen, se sintetizan en el organismo los ácidos grasos necesarios para la supervivencia, según la investigación publicada en la revista científica Molecular Biology and Evolution.
Al mismo tiempo, si las poblaciones, donde está presente la mutación, cambian la dieta habitual —por ejemplo, si hay disponibilidad de carne o pescado—, aumenta el riesgo de una "sobreproducción" de los ácidos grasos. Como consecuencia, el metabolismo se distorsiona, y el organismo humano corre el peligro de padecer cáncer y enfermedades cardiovasculares.
En este caso, las poblaciones "vegetarianas" ya no sienten la necesidad de abastecerse de ácidos grasos, por lo que pueden conservar sus hábitos tradicionales sin poner en riesgo su salud.
Esta forma de adaptación puede servir como un nuevo ejemplo de la evolución del hombre, sometido a ciertas influencias culturales, sociales o económicas a largo plazo.