Francisco ha anticipado que no llega como un "Rey Mago cargado de soluciones", sino a rezar como "un peregrino de la paz"; a un México que vive la guerra del crimen organizado.
Así como Chiapas, donde en los años 90 estalló una rebelión indígena con los rebeldes zapatistas del encapuchado Subcomandante Marcos; y antes que, Juárez, que llegó a ser la ciudad más peligrosa del mundo en la frontera con EEUU, ha sido Michoacán, una tierra fértil asolada por la guerras de las drogas, la elegida por Francisco como un mensaje contra el mal.
La visita del obispo de Roma es "un signo de misericordia y ternura, es un motivo de gratitud; el Papa personalmente ha elegido venir a Michoacán, porque se quedó impresionado cuando los obispos de Michoacán fuimos a Roma en 2014, y le contamos sobre la dramática situación", dijo el Arzobispo de Michoacán, cardenal Alberto Suarez Inda, a un reducido grupo de periodistas en una reunión a la cual tuvo acceso Sputnik Nóvosti.
Los jesuitas condiscípulos del exarzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, han establecido en Michoacán los llamados "Laboratorios de Paz", donde los desesperados ciudadanos gestionan ellos mismos su vida diaria contra la violencia, a contrapelo de la élite política, carcomida por una corrupción endémica.
El miedo ha calado tan hondo que, por ejemplo, el pueblo de Tancítaro, "municipio mártir" de Michoacán que vive de cultivar aguacates, sufría en silencio y nadie podía mencionar antes a sus verdugos secuestradores y extorsionadores.
Secuestros, asesinatos, robo de cosechas, incendios de fábricas, fueron una telaraña siniestra que creció lentamente hasta alcanzarlo todo en las fértiles tierras de Michoacán, un antiguo feudo revolucionario del expresidente general Lázaro Cárdenas (1934-1940).
Antes de ser nombrado cardenal, Suárez Inda también fue obispo de Tacámbaro de 1985 a 1995, un pueblo vecino de Tancitaro —ambos nombres antiguos de origen indígena de la ancestral etnia purépecha-; y desde el 24 de febrero de 1995 se había desempeñado como Arzobispo de Morelia, la espléndida capital colonial de Michoacán en el corazón de México, fundada por los conquistadores católicos, bautizada como Valladolid.
A sus 76 años, el purpurado está convencido de que Francisco "viene a darnos un aliento para una sociedad diferente, por eso busca lugares donde hay mayor necesidad".
Laboratorios de paz contra la guerra
El poder de las mafias creció, las policías fueron infiltradas y cooptadas, los narcos se llevaron una parte del presupuesto de las comunidades locales.
Entonces, en 2007 el ex presidente Felipe Calderón (2006-2012), también originario de Michoacán, declaró en un acto solemne la guerra contra las mafias de la droga y lanzó a las Fuerzas Armadas al terreno: la guerra abierta contra el crimen había comenzado.
Años después de aquel grito de guerra, a finales de 2013, Tancítaro se levantó en armas, y muchos habitantes se convirtieron en "autodefensas armadas".
No ha sido una casualidad, más de 70 por ciento de los mexicanos en encuestados en distintos sondeos afirman que las milicias populares son más eficaces que las fuerzas de seguridad del Estado, infiltradas y corrompidas por los criminales.
"La política y la administración de justicia son parte del problema, no la solución", dijo el nuevo alcalde del pueblo de 16.000 habitantes, Arturo Olivera.
"En Tancítaro los partidos democráticos han capitulado y han dejado el terreno a las milicias violentas", ha escrito el comentarista Carlos Puig en el diario Milenio.
Pero ahora Tancítaro es ahora un "Laboratorio de Paz" de los jesuitas, los condiscípulos de Francisco, el siervo formado por la mítica Compañía de Jesús, que nunca había gobernado en siglos a la Iglesia católica, y que se conformaban con tener un superior de la orden, siempre apodado "el Papa Negro", por el color de sus sotanas, que hablaba al oído al entronizado vestido de blanco, el Papa de turno.
Los jesuitas han batallado para que estos cristianos organizados sean recibidos por Francisco, mientras el Gobierno de Enrique Peña ha tratado trata de impedirlo tras bambalinas, se lamentan en privado.
Pero con el simple hecho de que Francisco llegue a Michoacán "él nos consolará y nos anima a que el cambio es posible", dice el cardenal, y así se acaba la discusión de que la visita no es solo pastoral, sino también política en su mensaje.
Francisco, quien nombró el pasado 4 de enero de 2015 a Suárez Inda, acaso para contrarrestar el predominio conservador de la vieja jerarquía católica mexicana, reveló en Roma al nuevo cardenal los orígenes de su decisión de ira a Michoacán: "Me dijo que quiere prestar un servicio; eligió lugares donde nunca antes había venido un Papa", sus antecesores conservadores Juan Pablo II y Benedicto XVI. A buen entendedor pocas palabras.