Tsai va a contrapelo en la tradición taiwanesa. No pertenece a ningún linaje político y su carrera ha sido inusualmente acelerada en un país donde se suelen cocinar a fuego lento. Tsai ingresó en el Partido Democrático Progresista (DPP) que hoy preside once años atrás. Fue el expresidente Chen Shui-Bian quien la empujó a la arena en 2000 al nombrarla jefa de la oficina encargada de las relaciones con Pekín. En 2004 ganó su escaño parlamentario y dos años después ya ocupaba la vicepresidencia del partido.
Tsai, de 59 años, nació en Taipei en el seno de una familia acomodada. La menor de once hijos se licenció en Derecho en su país y completó sus estudios con un máster en la Universidad de Cornell (Estados Unidos) y un doctorado en la Escuela de Económicas y Ciencias Políticas de Londres (Reino Unido).
Pekín ya ha mostrado su recelo ante su auge, como habría ocurrido ante cualquier representante del DPP. Tsai defiende el acercamiento "de Estado a Estado" con China y la identidad taiwanesa. "Mientras otros países asiáticos sufren aún el autoritarismo, los taiwaneses estamos inmensamente orgullosos de nuestra democracia y valoramos nuestra libertad individual y derechos político-sociales conseguidos con grandes esfuerzos", dijo el pasado año en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un think tank de Washington.
Pero Tsai no pertenece al ala dura de su partido que exige la declaración formal de independencia contra la que Pekín ha advertido que usará la fuerza militar. La nueva presidente ha prometido que defenderá el statu quo y propuestas como la expansión del poder blando de Taiwán en organizaciones no gubernamentales revelan su cautela y posibilismos, alejados de la política incendiaria de su padrino político.
Dicen sus allegados que tras su monocorde tono de voz se esconde un fino sentido del humor y opiniones inquebrantables. Tsai ha explicado que su rostro pétreo es una reminiscencia de los largos años de negociaciones con China, cuando era necesario ocultar las emociones para no dar pistas.
Vive en su sobrio apartamento de Taipei acompañada de dos gatitos. Incluso desde su partido la tildaron de lesbiana, una acusación seria en un país tan avanzado en lo tecnológico como tradicional en lo social. No ayudó que defendiera los matrimonios entre gente del mismo sexo. Tsai apenas ha respondido que ya ha hecho "todo lo que los jóvenes deberían haber hecho". La prensa taiwanesa descubrió que había tenido un novio en Estados Unidos, muerto en accidente de tráfico, pero las pesquisas sobre su vida privada en Taiwán han fracasado.
La estrategia para endulzar su fría imagen funcionarial ha incluido ponerla a cocinar huevos y beicon frente a las cámaras y vender peluches que representan a sus gatitos. Contra esta mujer menuda y resuelta tendrá que bregar China durante los cuatro próximos años.