A la veteranía y conservadurismo del actual presidente y candidato a la reelección Mariano Rajoy, con 60 años, 35 de ellos dedicados a la política, se antepone la frescura de tres jóvenes candidatos que se estrenan con mucha fuerza en el panorama político español.
Rajoy enarbola su experiencia para sacar adelante a España de la crisis económica y considera un riesgo que el Gobierno quede en manos de políticos inexpertos, de "superrojos", que ni siquiera han sido concejales en algún Ayuntamiento, en referencia a sus tres contrincantes.
Pero para sus muchos detractores, Rajoy, paradigma del orden clásico y del conservadurismo más rancio, es el político esfinge, cuya inacción ha disparado el independentismo en Cataluña, un sentimiento que se ha multiplicado por cuatro durante su legislatura.
También es el hombre que ha mirado hacia otro lado cada vez que ha estallado un nuevo caso de corrupción en las tripas de su partido que tanto daño les ha hecho.
Hoy la corrupción política y económica es la segunda preocupación de los españoles.
Pero cara al votante su larguísima vida política puede ser también su perdición, por un pasado que encarna la "casta" y la "vieja política" que denuncian los partidos emergentes.
Su legado, tras cuatro años en el poder, es una España más pobre, más desigual y más desilusionada, con una tasa de desempleo desorbitada, la segunda más elevada de Europa tras Grecia.
A pesar de la proclama gubernamental de que la crisis ha acabado, las encuestas le auguran un bajón de hasta 80 diputados.
Ganará las elecciones tocando suelo y está por ver si podrá formar Gobierno en el nuevo escenario político que se abre a cuatro partidos y no a dos como hasta ahora.
Un joven para un partido viejo
El otro partido del bipartidismo, los socialistas del PSOE, han apostado por un político joven, Pedro Sánchez, que se estrena en estas lides para salvar una formación con más de cien años de historia.
Sánchez, el segundo político mejor valorado de España, se presenta como el único candidato que puede arrebatar el puesto a Rajoy, pero le falta fuerza, carisma, naturalidad y, sobre todo, más apoyo dentro de su propio partido.
Su ascenso fue meteórico, pero todo apunta que tras las elecciones este licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, máster en Economía Política Europea por la Universidad Libre de Bruselas y Liderazgo Público por el IESE (también sabe inglés y francés) deberá entregar su cabeza a las guerras fratricidas de un partido que se desmorona sin propuestas claras ante el empuje de la mundialización.
La brecha de los emergentes
Los dirigentes de los dos partidos tradicionales se enfrentan por primera vez a dos formaciones emergentes que también han abierto una brecha generacional, los nacidos después de la muerte del dictador Francisco Franco.
De este abogado con pinta de ser el "yerno perfecto" o "el vecino ideal" dependerá con toda probabilidad quién mandará de España a partir de 2016.
Hasta el diario británico The Economist ha pedido el voto para este aspirante que ha seducido a toda Europa.
De momento, afirma que se presenta para ganar las elecciones y asegura que no apoyará a los dirigentes de la "vieja política" porque Ciudadanos, la formación que se creó en Barcelona hace casi diez años, apuesta por la regeneración política.
Pero, el ganador de una liga de debates universitarios por toda España en su juventud, apostó en mayo pasado por apoyar a los socialistas en Andalucía y a los populares en Madrid, precisamente los dos Gobiernos con mayores denuncias por corrupción en España.
Iglesias y los indignados
Contra todos ellos lucha Pablo Iglesias, el político más internacional que llena las páginas de los principales medios de comunicación de todo el mundo, porque tras su aparición hace escasamente dos años hizo temblar los cimientos de la política establecida tras haber sabido recoger el descontento del movimiento de los "indignados".
Aliado con las coaliciones de izquierda que han tomado el poder en autonomías y ayuntamientos, Podemos y su líder son un fenómeno que ha roto todos los esquemas en menos de dos años.
Pablo Iglesias, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, y hasta entonces conocido solo en ámbitos muy restringidos, se hizo famoso como tertuliano hace poco más de dos años.
Su éxito en las ondas le ha llevado a una carrera política meteórica.
El hasta hace un mes eurodiputado tiene carisma, cercanía y una gran capacidad retórica, demostrada a golpe de tertulia, entrevistas y mítines, destacan los analistas, que resaltan su gran habilidad en la televisión y su gran conocimiento de las redes sociales.
"Hemos asistido al epílogo de una época: la ciudadanía no quiere otros cuatro años más de esto, cada vez hay más motivos para el cambio", escribió esta semana en su perfil de Twitter, con casi 1,5 millones de seguidores, sobre el único cara a cara de esta campaña electoral, entre Rajoy y Sánchez.
Hemos asistido al epílogo de una época. La ciudadanía no quiere otros cuatro años más de esto. Cada vez hay más motivos para el cambio
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 15 декабря 2015
El debate, dijo, "es el epílogo de una época, España se merece otra cosa".
Iglesias fue vestido como siempre: con camisa, sin corbata, en televisión, el medio en el que se mueve como pez en el agua.
La sola presencia de Rivera y de Iglesias ya ha dado un vuelco a la política tradicional española, ensimismada en el éxito de la transición de la dictadura a la democracia en los años setenta.
Pero la profunda crisis económica ha destapado que durante los años de "gloria" también se fraguaron muchas grandes fortunas con el compadreo de la derecha y la izquierda socialista que se repartían un pastel llamado España.