"Hasta que no podamos determinar y comprender este problema y la amenaza que representa, nuestro país no puede seguir siendo víctima de ataques horribles de personas que sólo creen en la ‘yihad' y que no tienen ningún sentido ni respeto a lo que significa la vida humana", escribió el magnate del sector inmobiliario.
Este disparate se suma a una larga lista que no sería más que una broma de mal gusto de un charlatán sino fuera porque él es el candidato más popular entre el electorado republicano. Y porque sus soflamas son apoyadas por una buena parte de la ciudadanía estadounidense. Trump lidera las encuestas del Partido Republicano con casi 20 puntos de ventaja sobre el segundo favorito, el senador hispano por Texas Ted Cruz, según el último sondeo de la cadena CNN. Además, casi dos de cada tres votantes republicanos están a favor de prohibir la entrada de musulmanes en Estados Unidos.
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A Trump no le interesan las misiones de paz; a todo le quiere pasar factura. En su opinión, la "liberación" de Irak y el dispositivo militar desplegado en Corea del Sur tienen un precio que debe ser pagado por las respectivas poblaciones locales, no por el Pentágono. Protege la permisiva regulación estadounidense sobre la compra de armas, argumentando que si hubiera habido gente con pistolas habrían reaccionado a los atentados de París. Y en cuanto al calentamiento global, defiende la alucinante idea de que este problema es una farsa, un invento, "un concepto creado por y para China con el propósito de hacer no competitiva a la industria estadounidense".
El resto de los candidatos republicanos no acierta a responder a lo que pasa ante sus ojos. Se mueve entre la incredulidad y el enfado. El senador Cruz prefiere guardar un silencio estratégico pues se considera una 'versión moderada' de Trump. Pero uno de los más irritados es probablemente Jeb Bush, hermano e hijo de presidente. El que fuera gobernador de Florida durante casi 10 años cree que el empresario de origen escocés está "desquiciado" e incluso se atreve a especular en clave 'conspiranoide' que podría haber firmado un acuerdo secreto con Hillary Clinton, la adversaria favorita demócrata.
La propia Clinton ya no le ve "divertido" sino "vergonzoso" y "peligroso" y considera que "les está dando [a los yihadistas] una gran herramienta de propaganda, una manera de reclutar a más gente en Europa y Estados Unidos".
Entre el torrente de reacciones en contra ese señor neoyorquino de 69 años destaca la de la escritora J.K. Rowling, autora de la serie 'Harry Potter': "Voldemort [el villano de sus libros] no era ni de lejos tan malo".
Trump llega incluso a ser cruel de tan ofensivo que resulta. Hace un par de semanas se burló públicamente de la discapacidad física de un periodista que no había avalado sus tesis sobre las supuestas celebraciones musulmanas tras los atentados terroristas del 11-S. Se ampara en la sacrosanta libertad de expresión que proclama la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense. En realidad el texto prohíbe que el Parlamento haga una ley que restrinja los derechos de los ciudadanos a expresarse con entera libertad. Pero también está desprotegiendo a los ciudadanos contra la obscenidad, la difamación, el libelo, la calumnia o las palabras belicosas.
Lo cierto es que Trump se ha transformado en el arquetipo del político populista, una de cuyas características —opina el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Fernando Vallespín- es la búsqueda de un "adversario"; en este caso se trata del extranjero, sea éste musulmán, mexicano o chino. El populismo "no es una ideología política propiamente dicha. Se trata más bien de un discurso político que, de forma oportunista y demagógica, instrumentaliza una supuesta voluntad popular para acceder al poder o permanecer en él", explica con certeza el politólogo Vallespín.
Todavía es posible aunque improbable que gane la nominación republicana. Falta mucha campaña por andar. Sin embargo, el factor Trump bien podría decidir el nombre del próximo presidente de Estados Unidos. Toda una vergüenza.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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