La explotación de las fotos de la tragedia, como fue el caso del niño ahogado en las playas turcas de Bodrum, ya no conmueve a la opinión púbica europea que, dependiendo de la situación económica y social de cada país, duda entre la solidaridad sin límites, la movilización con controles, o el claro rechazo.
Pero esa falta de acuerdo entre los 28 países que forman la Unión Europea, esas dudas surgidas por el masivo flujo de personas atravesando las fronteras de Europa, ha calado también entre los ciudadanos.
El error de Merkel
Alemania, con la canciller Angela Markel a la cabeza, se erigió el pasado verano en la campeona europea de la generosidad con los refugiados. Su lema, « Wir shaffen das », « Podemos hacerlo ». En plena crisis, se atrevió incluso a dar números: Alemania, según ella, podría acoger 800.000 refugiados este año. Hay que recordar que en esa ola de borrachera humanitaria, los empresarios alemanes corroboraban el beneficio de la llegada de emigrantes a su país. Se trataría para la patronal de contar con la mano de obra que la baja natalidad hace necesaria en su país. Para los críticos, esa mano de obra extranjera sería necesariamente más barata y maleable que la nacional.
En pocas semanas Alemania pasó de las sonrisas y las flores oficiales a los recién llegados en los trenes abarrotados, a las manifestaciones en contra de la política oficial, a los ataques físicos contra los refugiados, a los atentados contra los albergues preparados para los recién llegados. Y, quizá lo peor para la Canciller, la desaparición del consenso político interno sobre la política emigratoria que ella quería poner en marcha.
Tema: Medidas de la UE sobre refugiados
Especialmente dolorosa para la Canciller es la disputa con sus socios bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU). Baviera es la principal puerta de entrada a Alemania para los refugiados y el land ha manifestado su incapacidad para acoger la avalancha de emigrantes. El jefe de gobierno de la región y líder de la CSU amenazó a Merkel con retirar a sus tres ministros del gobierno federal si Merkel no endurece los controles para la entrada de refugiados. Para el responsable de las finanzas de la misma región, « está en juego la seguridad interior del país y el imperio de la ley ».
La crisis que desborda a Alemania por su frontera sur le ha causado también un serio problema con su vecina Austria. Este país centroeuropeo, pasaje obligado hacia Baviera y el norte de Europa, ha criticado duramente a Berlín y ha acusado a la Unión Europea de « favorecer una política de promoción de traficantes de personas ». El gobierno de Viena, que dice estudiar la construcción de un muro en su frontera sur con Eslovenia, ha presentado una ley para limitar el derecho al asilo. Según esta propuesta, el estatus de refugiado sería revisable cada tres años y se endurecería además el reagrupamiento familiar.
La rebelión de la «Mitteleuropa»
Por supuesto, el tratamiento a la crisis de los refugiados no tiene una respuesta ideológica. El Primer ministro socialdemócrata sueco, Stefan Löfven, ha lanzado también un grito de alarma. Su país podría recibir esta años la cifra de 190.000 aspirantes al asilo. Es, en proporción, como si Alemania acogiera a un millón seiscientas mil personas. Suecia, el país europeo considerado desde siempre como el más generoso con la emigracion política, se ve ya desbordado y cualquier crítica al sistema es considerado todavía por muchos como políticamente incorrecto.
Berlín no está sola en la batalla por el reparto de refugiados. París es otro de los pilares de esa política, aunque en este país, las circunstancias son bien diferentes. Francia ha dejado de ser una tierra emigración, como lo fue en otras décadas. Pocos de los aspirantes al asilo procedentes de Siria, Irak o Afganistán quieren instalarse en territorio francés. A pesar de ello, los ciudadanos franceses, según los sondeos, son de los menos partidarios de acoger a inmigrantes. Cuando se habla de refugiados en Francia, se proyecta la imagen del campamento salvaje de la ciudad de Calais, donde miles de aspirantes a pasar hacia el Reino Unido, se hacinan en condiciones infrahumanas y vergonzosas para un país que se dice cuna de los derechos humanos.
La crisis de la emigración masiva hacia la Europa rica está provocando el endurecimiento de las leyes de asilo y el debilitamiento de la política de Schengen sobre la libre circulación de personas dentro de la UE.
La que parece vislumbrarse como única solución a corto plazo es la apertura del grifo de euros. Pagar a Turquía y Jordania para que retengan a los aspirantes a viajar a Europa; pagar a Grecia para que construya y gestione centros de tránsito; pagar para implantar zonas de tránsito en otras zonas fronterizas….
Quizá encontremos alguna respuesta en la próxima «cumbre» europea de Malta. Harán falta mas que fotos de niños ahogados para seguir movilizando, o manipulando, a una opinión pública europea, solidaria con el sufrimiento ajeno pero cada día más preocupada por sus propios intereses.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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