Sin embargo, Widodo se recusó a tolerar “injerencias externas” en la Justicia del país y permitió la ejecución de Gularte el 28 de abril, un gesto que estremeció las relaciones entre ambos países y que fue condenado por organizaciones gubernamentales de todo el mundo debido a que la propia legislación de Indonesia prohíbe expresamente la ejecución de un enfermo mental.
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Anteriormente, el 17 de enero el también brasileño. Marco Archer, fue ejecutado acusado de tráfico internacional de drogas un caso que si bien no revistió la gravedad de Gularte, quien también fue acusado por este delito, sentó un amargo precedente en las relaciones entre Brasil e Indonesia que al parecer han concluido este miércoles con la restitución de las formalidades diplomáticas.


