La escena política gira en torno a ella. Desde la Presidencia del país, desde la oficina del primer ministro, desde la sede de todos los partidos políticos — de la izquierda o derecha — desde la totaliad de las redacciones de los medios de prensa, las iniciativas, las declaraciones y las informaciones tienen como referencia casi obligada a Marine Le Pen.
Le Pen suscita como nunca el temor de unos partidos a los que que solo el sistema electoral les evita verse en la Asamblea Nacional con las decenas de diputados que un sistema proporcional otorgaría al FN por su apoyo popular.
Las señales de alarma ante la perspectiva de una victoria de Marine Le Pen en las presidenciales de 2017 son atizadas desde hace meses, especialmente por los socialistas en el poder, y, en especial, por el propio Primer Ministro, Manuel Valls.
Del boicot mediático a la máxima audiencia
El rechazo de Le Pen a aceptar los cambios de última hora en un programa de televisión le ha valido una extraordinaria campaña de comunicación para su persona y sus ideas. Pero no solo. Es un reflejo del cambio de actitud de los periodistas y de la prensa francesa hacia el Frente Nacional.
En poco tiempo, el llamado cordón sanitario ha saltado por los aires y todas las redacciones se pegan por invitar a Marine Le Pen. Y de nuevo suenan voces para impedir el acceso a los medios a las ideas del FN.
Marine Le Pen se presenta como candidata de su partido a las elecciones del 6 y 13 de diciembre por la extensa región norteña de Nord-Pas-de-Calais-Picardie. Según todos los sondeos, derrotaría con facilidad a sus rivales del Partido Socialista y de la UMP de Sarkozy. Todos los estudios sociológicos coinciden en señalar cómo el FN ha recogido el antiguo voto obrero, el de las clases medias pauperizadas, el de una gran parte de los jóvenes.
Un programa político de actualidad
Las respuestas que el FN ofrece a la situación política, económica, social y de identidad son, por supuesto, discutibles como las de cualquier organización política, pero más allá de las soluciones que Marine Le Pen propone, lo que muchos adversarios admiten es que ella y su partido han logrado conectar con las inquietudes de una inmensa masa de franceses cuyas preocupaciones han sido despreciadas durante años por la izquierda e ignoradas por la derecha. Una masa que muchos llaman simplemente «el pueblo».
Y ese debate ha dado pie a otra guerra interna en el país. La que enfrenta a los medios de comunicación de izquierda, al propio gobierno y a una parte de los intelectuales, contra otros intelectuales que han adquirido una escucha inusitada y que acaparan también la audiencia y los lectores con sus ideas alejadas de la ortodoxia vigente en Francia desde el final de la II Guerra Mundial.
Para la Presidenta del FN, que se considera «la única política antisistema», la ofensiva política en su contra se traduce también, según ella, en acoso judicial. Al tiempo que protagonizaba el episodio televisivo, Marine Le Pen acudía a juicio acusada de «instigar el odio racial», por haber comparado la ocupación de las calles para los rezos musulmanes en ciertos barrios con la Ocupación de Francia por los nazis. La acusación provenía de diversas asociaciones pro-musulmanas y antiracistas que Le Pen considera como el brazo armado del poder político. Su comparecencia ante el tribunal le supuso una nueva tribuna gratuita para difundir sus ideas. Según ecientes sondeos, una mayoría de franceses considera que el Islam es «demasiado visible» en Francia. Y en este terreno, Le Pen también gana votos frente a una izquierda francesa considerada por ella como pro-musulmana y una derecha tradicional que no sabe cómo abordar el problema de la identidad francesa sin provoar una polémica negativa para sus intereses electorales.
En Estrasburgo, Le Pen pudo criticar a la jefa del gobierno alemán por su política pro-inmigración y calificar en púbico al máximo dignatario francés como «vice-canciller de la provincia de Francia». Hollande le respondió advirtiendo del peligro del retorno de los nacionalismos, de los populismos y de los extremismos. Esa inusitada bronca pública entre dos políticos franceses en el Parlamento Europeo también le hizo ganar votos a Marine Le Pen, según las muestras de opinión.
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Una izquierda dividida entre socialistas, comunistas y «verdes», y un partido como la UMP donde tres líderes se pelean a muerte por el liderazgo interno para las elecciones de 2017, dejan de momento un camino abierto al avance del Frente Nacional de Marine Le Pen. Y el sendero se amplía aún más cuando como en el caso del programa de televisión abortado, el PS y la UMP se alían contra el FN. Ello no hace sino reforzar uno de los leit-motiv favoritos de Le Pen, las políticas de socialistas y del centro derecha son idénticas. Para Le Pen, su batalla es contra un solo partido, «el UMPS».
Hasta ahora, el llamado «frente republicano» impedía el paso en las segundas vueltas electorales a los candidatos del FN, mediante la renuncia de los aspirantes del PS o de la UMP. Está por ver si esa política de cordón sanitario electoral seguirá vigente o saltará como el cordón levantado por los medios de prensa hace décadas y desaparecido ante la fuerza de la realidad.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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