Hay que remontarse al 6,2 por ciento del 2009 para encontrar un registro menor.
Aunque el crecimiento es ligeramente superior al que habían pronosticado los expertos, sigue planteando dudas de que Pekín consiga el 7 por ciento anual planeado.
"La recuperación global es inferior a la esperada y China se enfrenta a presiones a la baja", ha explicado Shen Laiyun, portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas, quien ha subrayado que a pesar de ese contexto complicado el rumbo de la economía es "estable y en la buena dirección".
Este lunes también se conoció que la producción industrial se ha contraído hasta el 6,2 por ciento, una décima inferior a los primeros seis meses, y que se añade a la caída del 8 por ciento del comercio exterior conocido la semana anterior.
Pero entre la maraña de datos negativos hay espacio para el optimismo en la mejora de los indicadores del autoconsumo.
Las ventas al por menor experimentaron una subida del 10,9 por ciento respecto al 10,5 por ciento de julio, liderados por el espectacular aumento trimestral del comercio electrónico del 36 por ciento en comparación con el mismo periodo del pasado año.
La subida del consumo interno y la caída de las manufacturas y comercio exterior responden al plan gubernamental de virar la economía hacia un patrón más maduro y menos sensible a la salud de los mercados exteriores.
Ese viraje ha lastrado en los últimos años la marcha de la segunda economía mundial y el principal motor global de este siglo.
La ralentización china afecta a las grandes potencias mundiales y, especialmente, a los países latinoamericanos que han crecido en los últimos años estimulados por su demanda de materias primas.
Los líderes chinos se esfuerzan en los últimos meses en tranquilizar a los inversores internacionales y en explicar que los espectaculares crecimientos de dos dígitos han sido sacrificados por una economía más racional.
El primer ministro, Li Keqiang, ha repetido que en la nueva etapa denominada "nueva normalidad", incluso un crecimiento inferior al 7 por ciento sería aceptable si aún fuera suficiente para crear empleo.
Los líderes chinos han descartado repetir los planes gigantes de estímulo, como los cuatro billones de yuanes en inversiones públicas que permitieron vadear la crisis global seis años atrás pero dejaron un peligroso endeudamiento.