Según los autores, "Putin está en lo correcto de que únicamente un gobierno estable y seguro permitirá a los refugiados sirios regresar a sus hogares".
En vez de perseguir el derrocamiento del presidente sirio, Bashar Asad, "América debería buscar poner fin a esta guerra con un acuerdo menos dramático y menos satisfactorio" para sus intereses, insisten.
Por el contrario, "EEUU tiene cientos de aviones y miles de tropas en la región, así como fuertes vínculos con los kurdos, pero tiene pocos vínculos con Irán, una relación complicada con el débil Gobierno iraquí, una inteligencia muy pobre en Siria y un programa de entrenamiento militar para la oposición moderada siria —reconocido como un fracaso completo- que ha sido abandonado".
Por ese motivo, "con las debidas garantías y cautela, una amplia coalición regional debería ser una poderosa herramienta contra el Estado Islámico" y "los políticos estadounidenses deberían reconocer estas realidades y utilizar todos los activos aún disponibles para avanzar en sus objetivos humanitarios y antiextremistas".
"Solo una coalición regional sería capaz" de contener al EI: "trabajando juntos, Washington y Moscú podrían sacar ventaja de sus respectivos vínculos con las potencias regionales que actualmente tienen la fuerza y el espacio de maniobra para actuar: Turquía, Arabia Saudí, Irán, Irak, los Estados del Golfo y los kurdos", comentan.
Aunque "cualquier coalición tendría sus tensiones internas —sobre todo entre Turquía y los kurdos- la presión combinada de Rusia y EEUU ayudaría a convencer a todas las partes a centrarse en el Estado Islámico hoy y dejar otras preocupaciones para más tarde".
Otro de los motivos que señalan Adams y Walt es que "actualmente ambas potencias tienen interés en la estabilidad regional", ya que los movimientos yihadistas significan una amenaza tanto para Estados Unidos como para Rusia.
"Un esfuerzo combinado ruso-estadounidense (…) no es un remedio perfecto, pero una superposición parcial de los intereses estadounidenses y rusos es la ruta más prometedora hacia una solución", concluyen los autores, que reclaman a los políticos estadounidenses "reconocer que la guerra fría se terminó" y que actúen como estadistas.