Durante el pasado verano, otras fuentes de la inteligencia de algunos paises europeos, en algunos casos a cara decubierta, en otros sin citar detalles, advertían también del riesgo de infiltración de yihadistas entre los cientos de miles de refugiados que huyen de Siria, Iraq o Afganistán, principalmente.
En la cadena de radio británica BBC5, un asesor del gobierno libio, traficante de armas y ex combatiente anti-Gadafi, Adul Basit Harun, aseguraba el pasado domingo que buena parte del negocio de los traficantes de refugiados está controlado por el EI, tanto en Libia como en Turquía. Algunos hablan incluso de 4.000 combatientes trasladados a Europa entre la masa de inocentes que ya han llegado en los últimos meses.
Tema: El grupo yihadista Estado Islámico
La crisis de los refugiados está siendo utilizada por mútiples centros para difundir informaciones interesadas en diversos fines y hay que acoger con precaución esta avalancha informativa que acompaña al éxodo de emigrantes.
Propaganda y populismo
Para algunos, este tipo de información formaría parte de la propaganda del propio EI. Otros consideran que extender el miedo entre los europeos, ligando a los yihadistas con los refugiados, es una estrategia del populismo de derechas, que se opone a la regularización masiva de extranjeros, especialmente si son musulmanes.
Los principales especialistas europeos en yihadismo, o al menos los que siempre aparecen invitados en los debates, aseguran que el EI no necesita exportar yihadistas, ya que su principal vivero está entre los propios ciudadanos de Europa. Los mismos analistas desgranan después las cifras de europeos con pasaporte francés, belga o alemán que han viajado a Siria o Irak para formarse como soldados del Islam y actuar en sus paises de origen.
Disfrazados de refugiados
Si los responsables de la inteligencia de los países europeos saben contabilizar a sus enemigos internos y, en teoría, controlarlos, nada impide al EI enviar nuevas remesas de militantes no fichados, disimulados entre los verdaderos protagonistas del éxodo.
Sin necesidad de ofrecer pruebas al respecto, nadie puede negar que la avalancha de refugiados que escapa del infierno bajo la protección europea es una victoria del Estado Islámico en su guerra contra la «Europa infiel y corrompida». El EI no solo se apunta victorias militares en Siria e Irak, sino que con el «arma sicológica de los refugiados» — como sus propios líderes dicen — ha conseguido desestabilizar a países que considera enemigos, como Líbano, Jordania o Turquía.
Francia y Reino Unido, país que no forma parte del tratado Schengen de libre circulación de ciudadanos dentro de la UE, anuncian ahora que para poner fin al asunto de los refugiados hay que atacar al EI en territorio sirio. Por el momento, eso sí, nada de enviar tropas sobre el terreno. Ningún político quiere jugarse la elección o reelección con la llegada televisada en directo de cadáveres de compatriotas-soldados, así que los ataques se llevarán a cabo desde el cielo.
Cooperar con Moscú: el dilema europeo
Algunos gobiernos europeos han convertido al presidente sirio en el principal monstruo del Siglo XXI. Si hubiera una clasificación internacional objetiva de regímenes no recomendables, esos mismos gobiernos deberían sentirse avergonzados de vender armas u otros productos a países que prohiben la democracia a sus propios ciudadanos, que mantienen a las mujeres como personas de segunda categoría o que aniquilan por las armas a sus propias minorías. Esos mismos gobernantes que no dudan en seguir acogiendo en sus palacios a sátrapas de todos los continentes, se niegan a negociar con Asad para poner fin al salvajismo del EI.
La crisis siria no tiene fácil solución sin la participación de Rusia e Irán. Con Teherán, las principales potencias internacionales «enemigas» ya han llegado a un acuerdo. Las diferencias que oponían a capitales occidentales con la República Islámica parecían insalvables. Mucho más que las que enfrentan a esas mismas capitales con Moscú.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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