Las aves están detrás de la mayoría de los desastres aéreos, al causar hasta 10.000 incidentes cada año.
Se calcula que el impacto de un pájaro de 1,8 kilos contra un avión que vuela a 700 kilómetros por hora es más fuerte que el causado por un proyectil militar.
"He criado y entrenado a tres macacos desde abril para que ayuden a dispersar a los pájaros", ha señalado Ma Junliang, un miembro del cuerpo.
Los monos son capaces después de un curso de tres meses de trepar a árboles altos y tirar las pequeñas ramas con las que son construidos los nidos.
El olor que dejan los monos tras arrasar los nidos es percibido por los pájaros, que no volverán a construirlos en esa zona.
"Cinco macacos de mi equipo pueden arrasar doce nidos cada día", ha asegurado Ma.
Dos de ellos, Qitian y Ziyun, son capaces de destrozar un nido en apenas un minuto antes de regresar a por su recompensa en forma de comida.
Han Bing, comisario político de la estación aérea militar, ha ensalzado el empleo de los simios como una solución barata y eficiente.
El equipo también cuenta con halcones y perros lebreles para una operación conjunta y perfectamente sincronizada que comenzará dos horas antes del despegue de los aviones.
La operación consiste en soltar a los perros para que los pájaros asentados en la pradera se vean obligados a volar y, ya en el cielo, sean dispersados por los halcones.
Macacos, lebreles y halcones han sido entrenados para dispersar a los pájaros en lugar de matarlos y reducir así los efectos perniciosos en la naturaleza.