"Esto no ha terminado, y el presidente de EEUU sabe lo que está en juego, su legado climático", sostuvo Greenpeace en un comunicado, recordando que "la comunidad científica advierte que el petróleo que reposa en el Ártico tiene que permanecer allí para evitar un cambio climático devastador".
Brian Salerno, director de la BSEE, sostuvo en un comunicado que "la agencia continuará monitoreando sin descanso a Shell".
Greenpeace también ha denunciado "los obvios riesgos para las comunidades indígenas del Ártico, la vida salvaje y el clima" que implica este permiso.
Shell, que ha invertido cerca de 7.000 millones de dólares en prospecciones en la costa de Alaska, cifra en más 26.000 millones los barriles de petróleo que podría guardar el subsuelo del océano Ártico.
Travis Nichols, integrante de Greenpeace implicado en la conservación del Ártico, explicaba a Sputnik Nóvosti en abril que la extracción de ese crudo "sencillamente multiplicará el cambio climático".
Además, Nichols advertía que un estudio encargado por el Gobierno de Obama "había calculado en un 75 por ciento las posibilidades de accidente catastrófico".
Washington asegura que ha obligado a Shell a tomar todas las previsiones para responder con garantías a un derrame en una región sometida a borrascas temibles, y situada a miles de kilómetros de cualquier puerto desde el que enviar ayuda.
Nichols sin embargo duda de que "exista la tecnología necesaria para perforar en el océano Ártico con garantías".
Shell llevaba dos semanas perforando el lugar, situado 112,6 kilómetros de la costa noroccidental de Alaska. Pero la BSEE le había ordenado detenerse cuando alcanzó una profundidad de casi 915 metros porque no estaba cerca un equipamiento de emergencia necesario para hacer frente a un posible accidente.
Los equipos llegaron al lugar la semana pasada en un rompehielos de la compañía y eso permitió a la BSEE dar luz verde a la continuación de las perforaciones.