Cuando Francisco fue entronizado en 2013 "tomó un camino de carácter pragmático, de no enfrentar a los grandes temas doctrinarios católicos, donde está en condiciones de desigualdad en la curia de Roma y en toda la Iglesia católica", dice el profesor de Ciencia Política en la Universidad Iberoamericana de la Compañía de Jesús en México.
Las formas que elige para transitar el camino de cambiar los temas doctrinaros, es a través de los hechos prácticos, no del debate: "quien soy yo para juzgar", repostó Jorge Bergoglio en el avión papal a periodistas que le preguntaron de frente sobre los matrimonios gay; o "no se reproduzcan como conejos", ha dicho para evitar pontificar sobre los métodos anticonceptivos, recuerda Aguilar.
"En lugar de meterse a puntos en donde podría perder, el camino elegido es más eficaz; pero tampoco deja de usar la doctrina pastoral recurriendo al Evangelio, es el estilo jesuita de gobernar sin decir "que vivan los matrimonios gay", explica el ex Soldado de Cristo, como se llaman a sí mismos los jesuitas.
Para Aguilar, Francisco rompe con los "usos y costumbres" del poder eclesial y trasmite que se mantiene fiel a su manera de ser, que lo hace creíble.
"Da la impresión de que es como siempre ha sido y que el cargo no le impresiona, qué él es quien lo controla y no el papado a él, esto lo hace atractivo y cercano a la gente y así se moverá en Ecuador, Bolivia y Paraguay", sostiene.
Si decidiera encarar esos temas profundos, teológicos, que tocan la doctrina de la fe, le exigirían a Francisco citar a sínodos de obispos, o concilios vaticanos para cambiar de raíz la doctrina e ir con el conjunto de la Iglesia, dice Aguilar.
En cambio, Bergoglio "es rupturista en cosas en las cuales no se siente avalado en la doctrina cristiana, el sabe que es un papado corto –ya tiene 80 años y su antecesor se fue a los 85-; eso explica por qué ha postergado su viaje al país con más cantidad de católicos en el mundo, México", donde le espera una agenda más compleja y desafiante que una peregrinación de millones a la Basílica de la Virgen de Guadalupe.
El gran pendiente de Francisco es como realmente con una Iglesia tan conservadora como la que él mismo retrato con las 15 lacerantes enfermedades de la curia, pronunciados en la pasada Navidad: "transformar la estructura de una institución ancestral a la modernidad es un desafío enorme, está dando la lucha; pero el resultado aún es de pronóstico reservado, no se sabe si lo logre".
El último pendiente es un misterio mayor: la posibilidad real del fin del cristianismo de masas, trocándose en una comunidad más pequeña, con menos sacerdotes dedicados a la vida consagrada: "Allí está en juego la reproducción histórica de la Iglesia", puntualiza Aguilar.