El autor de los libros La Guerra Fallida (2009) y Los Saldos del Narco — El Fracaso de una Guerra (2012), afirma que, a pesar del uso táctico de más aparato de espionaje e información de inteligencia, que fluye de manera bilateral entre los dos países, "la estrategia fracasará porque no cambia el paradigma punitivo aplicado durante décadas por Washington".
Tras el sonoro arresto de capos de los carteles más notables, como los autodenominados Caballeros Templarios de Michoacán, los restos del Cartel de Juárez, el viejo y debilitado Cartel del Golfo o Los Zetas de origen militar en los estados con costas en el Golfo de México, las recientes batallas en Tamaulipas con ciudades enteras cercadas durante horas seguidas como thrillers en las redes sociales, son apenas "una variante táctica de la misma estrategia sin futuro", dice el investigador.
Los éxitos de redes de policías estatales especializadas, profesionalismo y buen nivel con capacidad operativa en Nuevo León y Veracruz, por ejemplo, "fue haciendo que Los Zetas y otros grupos acosados se replegaran y concentraran en Tamaulipas, donde tenían más capacidad de acción y de corrupción", explica el autor de los dos libros escritos al alimón con el excanciller mexicano Jorge G. Castañeda.
Y ofrece un crucial dato geográfico en ese fenómeno: "mientras que los estados de Sinaloa, Chihuahua, Coahuila y Nuevo León cuentan con vastas sierras, montañas y desiertos, Tamaulipas es una franja costera llana y superpoblada; allí para los narcotraficantes las montañas han sido las policías municipales", entre las más corruptas de todo el país.
El académico de centroizquierda y ex alto cargo de la Presidencia en el gobierno de Vicente Fox, quien ahora promueve la legalización con los expresidentes de Chile, Ricardo Lagos, y de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, recuerda una conversación con un general de las Fuerzas Armadas, durante una gira por tierras del narco: "Si vamos a Sinaloa y damos un golpe, con un balazo los narcos corren a la sierra, eso no ocurre en Tamaulipas, allí el refugio ha sido corromper a las policías".
Sin pertenecer a la clase política de su hermano, el gobernador de Tamaulipas ha tenido que ser apoyado con todo por las fuerzas federales del presidente Enrique Peña Nieto, y esos golpes han desatado reacciones concertadas del crimen organizado.
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El despliegue de las campañas tácticas para impedir la expansión del crimen organizado es en sí misma correcto, "pero en el largo plazo, esos últimos golpes, tanto en Tamaulipas como en Juárez, Sinaloa y Michoacán, han sido una constante desde hace décadas –prosigue el analista–, se captura o se abate a capos y siempre hay uno que vuelve a resurgir, el poder corruptor es muy grande".
Con la mitad del mandato de seis años casi consumido, Peña Nieto seguirá con la misma táctica política: "con más o menos intensidad, con la acción cada vez más sofisticada de parte de la Marina y el Ejercito, con información de inteligencia de los órganos de seguridad de EEUU podrán detectar las redes con menores niveles de violencia y caerles encima", pronostica Aguilar Valenzuela.
Sin embargo, "el corazón del problema sigue siendo la lógica prohibitiva y punitiva, si en EEUU y México no cambia el paradigma que ha fracasado desde la segunda mitad del siglo XX".
Solo hay una esperanza de cambio en el horizonte: "en el largo plazo, la esperanza es que la sociedad norteamericana evolucione hacia la legalización de las drogas, y cause un cambio dramático en la mentalidad mexicana".
Hace dos años la campaña por el Sí a la legalización perdió por unos pocos votos, pero ahora la tendencia favorable llega al 60 por ciento, luego que ha avanzado en otros estados, incluido Washington.
"En México, aparte de algunos liderazgos de izquierdas modernas y moderadas, intelectuales y académicos, las autoridades mexicanas son muy conservadores y no le entrarán al tema, sobre todo los encargados de la Comisión Nacional de Adicciones, van a contrapelo de las tendencias del resto del mundo", lamenta Aguilar.
"Si la estrategia prohibicionista que arranca con el conservador Richard Nixon, asumida después por la ONU hubiera sido un éxito en 50 años, nadie debería apostar por otro camino; pero cuando esa estrategia ha sido un fracaso y no ha reducido el consumo y ha producido cientos de miles de muertes debe ser reemplazada", enfatiza el autor.
En el vecindario latinoamericano, otro país emblemático, Colombia, genera expectación al haber cedido su lugar a México como productor de grandes episodios violentos.
La explicación: "el presidente Juan Manuel Santos ha apostado todo su capital político a pacificar el país, y el tema del narco ha pasado a segundo plano".
"La conquista de la paz –que se negocia en La Habana, apunta Aguilar– causará modificaciones excepcionales, y los grupos armados obtendrán recursos legítimos del Estado y no de sus relaciones oscuras, obligadas o no, con el negocio de la cocaína".
"La entrada de las FARC al sistema político colombiano va a transformar de raíz las relaciones entre violencia política y paramilitar con el narcotráfico, y eso repercutirá en el Continente", puntualizó el autor.