El experto cree que el mensaje que Moscú está dando es que aunque las negociaciones con Irán fracasen y continúen pasado el 30 de junio, “Rusia no apoyará nuevas sanciones contra Teherán”, escribió el miércoles en la publicación estadounidense The National Interest.
“Sin embargo, si las sanciones se levantan, Rusia habrá fortalecido su posición como proveedor de armas a una de las principales potencias del Medio Oriente”, comentó Trenin y añadió que “aún si el comercio entre Irán y Occidente florece nuevamente, probablemente no incluirá las armas y equipos militares; y es ahí donde Rusia llenará el vacío”.
“La energía atómica y la venta de armas son dos nichos a los que Rusia sin duda les da prioridad en sus relaciones económicas con Irán”, escribe el experto, aunque matiza que “en el contexto geopolítico post-Ucrania, el beneficio económico no es lo único que el Kremlin busca en sus relaciones con Teherán”.
Rusia, según Trenin, ante la hostilidad occidental, se ha redefinido como una potencia no occidental en busca de nuevos socios con el objetivo de forjar un nuevo orden global.
“Con esto en la mira, Rusia ha estado expandiendo y profundizando sus nexos con países importantes como Irán”, dice el experto.
Sin embargo –añade–, a la hora de la verdad y ante la presión estadounidense, todos los aliados de Washington –Israel incluido– han seguido y seguirán los dictámenes de la Casa Blanca frente a Rusia.
Aunque esto no significa que haya una alianza ruso-iraní en formación, opina Trenin, sí es señal de que Teherán y Moscú tienen varios intereses importantes en común.
Desde el inicio de la guerra en Siria, Rusia ha sido blanco de críticas entre las monarquías árabes del Golfo Pérsico por su apoyo al Gobierno del presidente Bashar Asad.
Además, Rusia ha sido el aliado de facto de Irán en Siria y se ha opuesto activamente a la expansión del Estado Islámico en Irak, algo que ve como una amenaza directa hacia su frontera sur.
Recientemente, Moscú ha expresado su desaprobación a la intervención militar liderada por Arabia Saudí y aprobada tácitamente por Washington contra los rebeldes hutíes aliados de Irán.
Las prohibición a la venta de S-300 a Irán en 2010 fue la única sanción unilateral que Moscú impuso contra Teherán.
Su levantamiento poco después de alcanzar el acuerdo interino entre las potencias del P5+1 e Irán son los primeros frutos que Teherán recoge tras los acuerdos de Lausana.