Desde 1990, cuando se registró un crecimiento negativo del 4,35%, no se registraba en la sexta economía mundial una caída tan importante que, además, se complementa con el crecimiento del 0,1% dado a conocer la semana pasada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
En cuanto a sus previsiones para 2016, el Banco Central no se presenta muy optimista y redujo sus expectativas del 1,2% de la semana pasada a un escaso 1,05%, es decir, Brasil podría encadenar tres años consecutivos con un crecimiento cercano a cero.
Sin embargo, el dato más alarmante es el de la previsión de inflación que ya se sitúa en el 8,13%, un nivel muy por encima del máximo aceptable del 6,5% en Brasil y que casi duplica el 4,5% que sería el nivel más aceptado debido a los desajustes en la economía brasileña.
Si finalmente la inflación supera el 6,5%, algo que no sucede desde la llegada del Partido de los Trabajadores al Gobierno en 2003, el presidente del Banco Central, Alexandre Tombini, deberá dar explicaciones el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, quien había prometido en el Foro Económico de Davos (Suiza), del pasado mes de enero, que Brasil controlaría sus problemas inflacionarios en 2015.