Las estadísticas reflejan que están aumentando los ajustes de cuentas entre bandas mafiosas narcotraficantes en Buenos Aires, especialmente en los barrios de chabolas del sur, y también en la periferia de la metrópoli, concretamente en el municipio de Quilmes. Y en numerosas ocasiones la Policía aparece como cómplice del tráfico en Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
Nadie duda de que el Papa Francisco es un referente moral en todo el mundo. Por eso sus palabras se miran con lupa. La máxima autoridad de la iglesia católica, nacido en Argentina, nos ha acostumbrado a una franqueza y a una campechanería inusuales en su cargo. Recientemente visitó un campamento de sin techo en Roma y se dejó rodear por un grupo de inmigrantes latinoamericanos sorprendidos de la visita. Ahora ha puesto el dedo en la llaga sobre el problema del narcotráfico y sus mafias.
Sus sinceras palabras levantaron polvareda en Ciudad de México que reaccionó enviando una nota diplomática por los comentarios. Aunque es obvio que el Papa no quería estigmatizar ni herir a nadie, el Vaticano salió al paso de la controversia. Con la expresión "mexicanizar", subrayó el portavoz Federico Lombardi, Francisco "no pretendía más que destacar la gravedad del fenómeno del narcotráfico que aflige a México y otros países de Latinoamérica". Lombardi también quiso aclarar que el Gobierno del presidente Enrique Peña tiene como prioridad luchar contra el tráfico de drogas, "combatir la violencia y devolver la paz y la tranquilidad a las familias mexicanas incidiendo sobre las causas que originan dicha plaga social".
La segunda cuestión es: ¿Se está "mexicanizando" Argentina como teme el Papa?
Argentina tiene todavía una tasa muy baja de homicidios dentro de la región latinoamericana. Se contabilizan 5,5 homicidios por año por cada 100.000 habitantes, lejos de los 82 en Venezuela, los 27,5 en Colombia o los 23,7 en Brasil.
Sin embargo, la violencia asociada al narcotráfico se está extendiendo de forma alarmante por algunos municipios y barrios. Rosario, la tercera ciudad en población, ha alcanzado el máximo nivel de asesinatos del país, con 21 por cada 100.000 habitante, un nivel similar al de Brasil. De ahí que se la haya apodado la "Medellín argentina", aunque aquella ciudad colombiana llegó a tener un índice de homicidios de 381 a principios de los 90 y lo ha reducido a 26 en 2014.
Las estadísticas reflejan que están aumentando los ajustes de cuentas entre bandas mafiosas narcotraficantes en Buenos Aires, especialmente en los barrios de chabolas del sur, y también en la periferia de la metrópoli, concretamente en el municipio de Quilmes. Y en numerosas ocasiones la Policía aparece como cómplice del tráfico en Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
Los agentes corruptos aceptan miles de dólares al mes por mirar a otro lado, lo que genera un sentimiento de impunidad entre los capos de las organizaciones, favoreciendo sus operaciones que se extienden al contrabando, la trata de personas o el tráfico de armas.
En los barrios más humildes de Rosario, en la provincia de Santa Fe, uno de cada cinco tiroteos está ya vinculado con choques de narcotraficantes que se disputan el control del territorio. La situación se ha hecho tan descontrolada que hace un año 2.000 agentes de la Policía Federal y la Gendarmería llegaron hasta los distritos más peligrosos de esa ciudad de 950.000 habitantes para desmantelar los llamados "bunkers" o puntos ilegales de venta de droga completamente tapiados con ladrillos que muchachos sin escrúpulos o "soldaditos" vigilan y defienden incluso armados a cambio de unos gramos de "merca" (cocaína) o por 20 dólares diarios.
Afortunadamente las bandas criminales de Rosario, como Los Monos, no se han sofisticado tanto como las mexicanas o las colombianas y no hacen gala de métodos extremadamente crueles e inhumanos. Pero el tráfico de estupefacientes ya está favoreciendo la corrupción de funcionarios y de policías regionales, lo que también supone una seria amenaza para la seguridad ciudadana. De hecho, por ejemplo, el exjefe de la policía santafesina está procesado tras haber sido acusado de tener vínculos con una red de narcotraficantes. Y el gobierno de Santa Fe ha tenido que apartar a siete agentes y comisarios de una división de la policía provincial, señalados en un video grabado con cámara oculta como cómplices del menudeo de droga. En eso sí se están "mexicanizando"…
Otra zona "caliente" se encuentra en el norte, en la "triple frontera", donde Argentina limita con Brasil y Paraguay, escenario del tránsito de cocaína, ahora también en gran medida hacia Europa.
Todos estos detalles no han escapado al escrutinio del Papa que solía pasear solo por las zonas paupérrimas y más desfavorecidas de la capital argentina cuando era arzobispo bonaerense.
Y no es la primera vez que los prelados advierten sobre esta tendencia reprobable. Ya en 2013, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, presentó un documento alertando sobre la complicidad del Estado en el pingüe negocio de las drogas. "No deseamos ser como México y Colombia; ciertamente no lo somos, pero tengamos cuidado, porque ya no somos un lugar de paso, sino de consumo", advertía el documento, que causó malestar en el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Así, según un informe de la ONU de 2008, el país es el primer consumidor latinoamericano de cocaína. Y otro documento de Naciones Unidas sobre la situación mundial de las drogas, publicado en 2013, reveló que Argentina es el tercer exportador a nivel mundial de cocaína, dato que fue cuestionado por las autoridades nacionales.
En los últimos años se han hallado más de 4.000 pistas clandestinas de aterrizaje que convierten al país andino en un verdadero paraíso para quienes pretenden lavar dinero, lo que da a alas al narcotráfico y a otros negocios ilegales.
Las denuncias de complicidad estatal no sólo se refieren a sectores del Gobierno nacional sino también de gobiernos provinciales que son de signo político contrario, como en Santa Fe, Córdoba o la Capital Federal. En otras palabras, la responsabilidad de exterminar esta lacra recae sobre todos los dirigentes, desde la actual jefa del Estado, Cristina Kirchner, hasta el opositor Mauricio Macri, el alcalde de Buenos Aires y candidato a las próximas elecciones presidenciales. De ellos depende que Argentina no siga la deriva mexicana.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK