"Cuando se oprime a las personas y se niega sus derechos, y particularmente por cuestiones sectarias o étnicas, alimentamos el extremismo violento", comentó durante su discurso el jueves en la cumbre dedicada a la lucha contra extremismo, que se celebró en Washington.
Frente a él asentía una panoplia de ministros de asuntos exteriores y expertos en la lucha contra el terrorismo. El énfasis presidencial estuvo en la necesidad de concertar políticas de corte global, que van de las acciones policiales y el uso de las fuerzas armadas al desarrollo de planes educativos capaces de contrarrestar la propaganda de los partidarios de la yihad.
Pero tal y como expresaron muchos de los asistentes, entre ellos el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, es imperativo conservar el "compás moral", el convencimiento radical de que en la pelea contra el fanatismo asesino y sus apologetas no vale todo y el fin no justifica en ningún caso los medios.
Existe también consenso respecto a la inevitable imperfección de las soluciones. Entre otras cosas porque el perfil de los terroristas es asombrosamente variado. Así Peter Baker, del New York Times, cita los análisis de Peter Neumann, director del International Center for the Study of Radicalization, convencido de que los practicantes y seguidores del provienen de todos los ámbitos de la vida. "Algunos son piadosos, y otros no". "Algunos tienen una historia turbulenta", mientras que otros "tendrían éxito si regresaran a sus casas". Están los amantes de las emociones fuertes y la "adrenalina", los partidarios del "totalitarismo" que propugnan "formaciones como el Estado Islámico"; sin olvidar, claro, a "los enfermos mentales".
Obama no olvidó que el magma que alimenta el terrorismo, "los extremistas violentos, los terroristas, prosperan cuando personas de diferentes religiones o sectas se alejan unas de otras, se aíslan entre sí" y comienzan a hablar de "ellos" frente a "nosotros".