La denuncia de la formación de Nigel Farage, que quiere sacar al país de la Unión Europea y pregona mensajes de tintes xenófobos, coincide con la publicación de los últimos datos de empleo, que reflejan una fuerte caída del paro.
La tasa de desempleados descendió al 5,7% en el cuarto trimestre de 2014 debido, en parte, al acceso al mercado laboral de ciudadanos de países adheridos a la UE en la última década.
De acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, en sus siglas en inglés), el número de empleados comunitarios aumentó un 10,5% hasta un total de 1,9 millones a finales de 2014.
Dentro de este grupo, la mayoría de puestos de trabajo se concedieron a migrantes de los ocho países –incluidos Polonía, Hungría y República Checa– que ingresaron en la UE en 2004.
El mismo índice se disparó al 15% entre empleados rumanos y búlgaros, los últimos en entrar en el club europeo. Al final del año pasado se contabilizaron 172.000 trabajadores de ambos países, frente a los 22.000 registrados en diciembre de 2013.
UKIP ha pasado de alto el positivo dato global para concentrar su furia en la creciente población laboral comunitaria.
"Demuestra una vez más, pero con mayor urgencia, el desastre del consenso de laboristas y conservadores sobre fronteras abiertas", criticó la eurodiputada de UKIP Janice Atkinson.
La representante de UKIP denunció también la amenaza de que las oleadas de comunitarios "representan para nuestros propios ciudadanos que intentan asegurarse un sueldo decente y quieren dar el primer paso en la escalera profesional".
El portavoz en migración del mismo partido, Steven Woolfe, señaló que los británicos "van a alarmarse por el ridículo alto número de personas que vienen a Reino Unido".
"Ya advertimos de que abrir la puerta a Rumanía y Bulgaria atraería a más refugiados económicos a este país", espetó el también eurodiputado.
Las críticas de UKIP contra la política migratoria se producen el mismo día en que se han desvelado dos incidentes racistas protagonizados por británicos.
En uno de ellos, dos españoles fueron forzados a salir de un autobús de Manchester mientras su asaltante les gritaba, "volver a España". El otro tuvo lugar en el metro de París, donde un grupo de hinchas del Chelsea sacaron a empujones a un francés del vagón mientras cantaban "somos racistas y nos gusta ser así".