Los yihadistas lanzaron la ofensiva en Irak y Siria y amplían su influencia en otros países de la región, amenazando a Europa y EEUU.
La ofensiva que el EI, conocida entonces como el Estado Islámico de Irak y el Levante, emprendió en el norte de Irak en junio, significó un serio percance geopolítico de EEUU porque arruinó los esfuerzos que los estadounidenses aplicaron para normalizar la situación en este país en los últimos 11 años, tras el derrocamiento de Sadam Husein.
El EI se perfiló como alumno que superó a su maestro, Al Qaeda, y lucha contra todos los que rechazan el islam en su interpretación más inhumana. Y los enemigos principales de los radicales musulmanes son EEUU y los regímenes prooccidentales de Oriente Medio.
EEUU tiene bien claro que la guerra contra el EI durará años. Y los ataques aéreos son insuficientes para resolver el problema.
El Ejército iraquí es incapaz de ganar la contienda. Además está salpicado por escándalos de corrupción.
Y precisamente la percepción de amenaza que representa el EI puede mover a EEUU a buscar medidas –conjuntamente con otros países, incluida Rusia– para hacer frente a los radicales islamistas lo que a su vez podría contribuir la arreglo del conflicto en Ucrania.