El presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, ha hablado este jueves ante una sesión conjunta del Congreso y el Senado de los Estados Unidos. En su dramático discurso ("Es la guerra de Europa y ahora también de EE.UU. Es una guerra por el mundo libre", como ha llegado a afirmar), urgió EEUU y a sus socios de la Alianza Atlántica a apoyar más a su gobierno. Y aunque los parlamentarios estadounidenses han aplaudido varias veces su intervención, Poroshenko regresará a Ucrania con menos ayuda de la que esperaba.
Porque mientras se dirigía a las Cámaras legislativas, la Casa Blanca anunció una nueva ayuda a Ucrania, 53 millones de dólares, que serán empleados en ayuda no letal a las tropas ucranianas y asistencia humanitaria. Es decir, que el cheque extendido servirá para chalecos antibala, vehículos y mantas, medicinas y cascos, raciones de campaña y vendas, pero no podrá usarse para adquirir armamento. La sensación que se respira en Washington es que bastante tiene ya la Casa Blanca con el terrorismo islámico en Siria e Irak, las controvertidas sanciones económicas contra Rusia, el problema de la inmigración interior, la posible secesión de Escocia, la crisis del ébola en África, la incapacidad afgana para formar un gobierno de unidad nacional, y sus propias elecciones al Congreso y al Senado del próximo otoño, como para enmarañarse aún más en el conflicto ucraniano. A pesar del entusiasmo suscitado por frases tan contundentes como que hay que "elegir entre civilización o barbarie", la retórica de Poroshenko no se traducirá, siquiera de momento, en más dinero para armas.