Turquía ha cruzado el punto de no retorno en sus relaciones con Siria; ya no se vislumbra ninguna posibilidad de acercamiento y Ankara se esforzará por derrocar el régimen de Damasco, considera el analista ruso, Haik Borisov.
“Con los atentados que provocaron casi 50 muertos y más de un centenar de heridos en Reyhanli, la localidad turca en la frontera con Siria, se cruzó la línea roja”, dijo Borisov a RIA Novosti.
En su opinión, “no es tan importante si los atentados han sido perpetrados por agentes de Bashar Asad, como sostiene la parte turca, o se trata de una provocación para que Ankara acuse a Damasco, reservándose el derecho de tomar todo tipo de represalias”.
“Lo esencial aquí es que Turquía cruzó el punto de no retorno en las relaciones con su vecino”, subrayó.
Agregó que no cabe esperar en un futuro próximo “importantes operaciones militares” en la frontera turco-siria. Aunque tampoco descartó del todo esta posibilidad.
“Turquía se consolida en su papel de moderador en la política anti-Asad. Actuará mirando a Washington y Bruselas. Hará únicamente lo que se le consienta. Pero también va a presionar a sus aliados de la OTAN para que le den un mayor margen de maniobra”, señaló.
Por su parte, el Occidente utilizará a Turquía para cumplir sus objetivos en la región, sea “la introducción de una zona de exclusión aérea, el suministro de armas a la oposición o el entrenamiento de rebeldes sirios”
Un mayor grado de hostilidad en las relaciones turco-sirias “permite a Ankara y al resto de los “amigos de Siria” llevar a cabo una serie de acciones sin preocuparse demasiado por las críticas que puedan levantar en la comunidad internacional, especialmente en Rusia e Irán”.
Con todo eso, Turquía solo se reafirma en su papel de “fiel aliado de la OTAN” y resuelve tareas propias, como el deseo de “ejercer control en Siria y vastos territorios kurdos”.
“De ese modo, extiende su influencia política y militar sobre regiones de Oriente Próximo que otrora formaron parte del Imperio Otomano”, resumió.