La posición de cada país en la lista se debe a: primero, peculiaridades de su sistema tributario que determina el grado de presión fiscal sobre la gasolina; y, segundo, disponibilidad del petróleo de producción propia y/o la regulación de los precios del combustible.
Los factores que inciden en el precio varían de un país europeo a otro, sin que la presencia de yacimientos petroleros influya necesariamente en aquél. Noruega y Holanda, por ejemplo, figuran entre los tres países en que la gasolina cuesta más a pesar de que ambas son naciones petroleras. Rusia y Kazajstán, por el contrario, están en el otro extremo de la lista. Algo parecido pasa fuera de Europa: un litro de gasolina en Brasil, que es el octavo productor mundial del petróleo, cuesta más de 1,1 euros, mientras que en Kuwait, menos de 17 céntimos.