El presidente argentino Javier Milei echó a la canciller Diana Mondino luego de que Buenos Aires acompañara —en consonancia con su tradición diplomática— el rechazo al bloqueo contra Cuba en la asamblea de las Naciones Unidas. El Gobierno anunció que el reemplazante será Gerardo Werthein, que hasta el momento se desempeñaba como embajador en Estados Unidos.
En un comunicado, el Ejecutivo destacó: "Nuestro país se opone categóricamente a la dictadura cubana y se mantendrá firme en la promoción de una política exterior que condene a todos los regímenes que perpetúan la violación de los derechos humanos y las libertades individuales". El mismo documento anticipó que se iniciaría "una auditoría del personal de carrera de la Cancillería, con el objetivo de identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad".
24 horas antes, a través de su embajador en la ONU —Ricardo Lagorio, cuya remoción ya había sido anunciada entonces—, Buenos Aires había acompañado a los 186 países que condenaron con su voto el bloqueo impuesto a La Habana desde Washington. A pesar de constituir un movimiento en consonancia con la histórica tradición diplomática argentina, Milei no lo toleró; así decidió plegarse a los únicos dos Estados que se expresaron contra la resolución: Estados Unidos e Israel.
El voto en Naciones Unidas no fue el primer gesto de la Cancillería que despertó malestar en la Casa Rosada. Apenas siete días atrás, un polémico comunicado atribuido al Ministerio de Relaciones Exteriores se refería a las Islas Malvinas como "Falklands", la denominación utilizada por Gran Bretaña. El gesto suscitó un inmediato repudio en virtud de la sensible disputa que Buenos Aires mantiene con Londres por la soberanía sobre el territorio.
La gota que rebasó el vaso
"Con la expulsión de la canciller, Milei reafirma el alineamiento internacional de su Gobierno, según el cual no acompañar a Washington es intolerable", dijo a Sputnik el politólogo Julio Burdman. Según el analista, "Mondino decidió honrar la tradición diplomática del país y el presidente no lo toleró".
"Con estos movimientos Argentina busca consolidarse como el país más alineado a Estados Unidos en el continente y uno de los principales en el mundo. Pero no es un aliado, porque eso supone un carácter formal: acá lo que vemos es más un acatamiento ideológico", remarcó el especialista.
El episodio se inscribe en una extensa saga de tensiones entre el mandatario y su ahora exministra de Relaciones Exteriores. Días antes, la Casa Rosada había enviado una nota a todo el personal diplomático para exigir a sus funcionarios el compromiso con las "ideas de la libertad" y en rechazo a la "Agenda 2030" y las políticas de las Naciones Unidas. La particularidad del comunicado interno consiste en que fue emitido sin notificación previa a la entonces canciller Mondino.
"Más que una interna, lo que había era una disonancia entre el ministerio y la Casa Rosada, dado que el presidente venía sintiendo que la canciller no la representa. De hecho, la carta a los embajadores va en ese sentido, habida cuenta de las crecientes diferencias", destacó Burdman.
Una interminable sangría de funcionarios
Con la salida de Mondino, ya son más de 50 los "altos funcionarios" eyectados del Ejecutivo en menos de un año de gestión. Del total, nada menos que cuatro eran ministros: además de la canciller, fueron removidos Nicolás Posse (jefe de Gabinete), Mario Russo (Salud) y Guillermo Ferraro (Infraestructura; cartera luego disuelta).
Consultado al respecto, Burdman consideró que "con estas remociones Milei refuerza la identidad de su Gobierno, que se caracteriza por el hecho de que no hay ministros independientes: la única forma de ser funcionario es reconociéndose estrictamente 'mileísta', sin lugar a ningún tipo de diferencia".
"La ola de renuncias forma parte del estilo de Milei. Es un presidente que no ofrece segundas oportunidades y no tiene problema en echar a cualquier funcionario. En este caso, como en otros, la expulsión de Mondino no abre una crisis porque la canciller no tenía peso propio. Simplemente, esto es un recambio de nombres", señaló el consultor.
De acuerdo al analista, la expulsión de la canciller puede generar un efecto colateral ligado a la construcción política del Gobierno: "esta postura tan drástica hacia tantos funcionarios cierra muchas puertas a potenciales aliados que presenten dudas sobre algún lineamiento del Gobierno. El impacto político es muy superior: ¿cómo podrá Milei ampliar su apoyo sin negociar un ápice de su mirada?", se preguntó el experto.
"Queda claro que no hay lugar para matices en las convicciones del presidente", destacó Burdman.
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