Israel está preparado para una "acción extremadamente poderosa" en el norte contra Hizbulá, advirtió hace unos días Netanyahu, citando la reciente y dramática escalada de escaramuzas transfronterizas, que han incluido ataques de drones de Hizbulá dentro de Israel y el derribo de un dron israelí pesado sobre el espacio aéreo libanés.
"Cualquiera que piense que puede hacernos daño y que nos quedaremos de brazos cruzados, está muy equivocado", aseguró Netanyahu, en declaraciones a los medios en la ciudad de Kiryat Shmona, en el norte de Israel, que ha sido evacuada de la mayor parte de su población civil en medio de los combates.
"Irán está intentando asfixiarnos y rodearnos, y nosotros estamos contratacando directamente y con sus representantes. No podemos aceptar que continúe la situación en el norte, no continuará. Devolveremos a los residentes a sus hogares y devolveremos la seguridad", dijo Netanyahu, en referencia a la alianza del Eje de la Resistencia Islámica liderada por Irán, que incluye a Hizbulá en el Líbano, Siria, las milicias chiíes iraquíes y los combatientes hutíes de Yemen.
La Radio del Ejército israelí informó esta semana que Tel Aviv había aprobado la llamada a filas de 50.000 reservistas adicionales debido a una posible escalada con Hizbulá. Los medios de comunicación estadounidenses y de Oriente Medio se han preparado para un conflicto total entre Israel y la milicia libanesa.
Pero por muchas
similitudes superficiales que puedan parecer entre
Hizbulá y el grupo militante palestino
Hamás —que ha conseguido empantanar al Ejército israelí utilizando una combinación espartana de rifles, misiles antitanque portátiles y simples cohetes ensamblados en garajes subterráneos—, los observadores políticos y militares de todo el mundo coinciden en que
el grupo libanés es mucho, mucho más fuerte.Hizbulá, a diferencia de Hamás, se ha endurecido tras años de batallas contra el Ejército israelí y contra los terroristas patrocinados por
Estados Unidos en Siria a partir de 2012 y también tiene acceso a un
arsenal de misiles y cohetes sofisticados, que los observadores de Washington estiman en
200.000, suficientes para
desbordar la poderosa red de defensa antiaérea y antimisiles de Israel.
Israel puede atacar muchos objetivos de Hizbulá a la vez y causar daños significativos, pero no puede eliminar o incluso reducir drásticamente las capacidades de la milicia, "que están muy extendidas y son móviles", señaló el analista.
Además de eso, el académico advirtió que "la amenaza de desbordamiento es bastante alta, implicando potencialmente a gran parte de la Brigada Quds en Siria e Irak, dando lugar a que Israel luche en múltiples y amplios frentes".
Ese no es el resultado que Tel Aviv esperaría, según Salamey, ya que los funcionarios israelíes y los líderes militares suelen buscar "un logro militar rápido con objetivos ambiciosos", lo que si fracasa, lleva a las fuerzas israelíes a recurrir al "castigo colectivo dirigido contra civiles, que es el escenario más probable en este caso".
Hizbulá e Israel libraron su última gran guerra en julio-agosto de 2006, durante la cual las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) arrasaron gran parte de la infraestructura de Beirut y causaron hasta 5.000 millones de dólares en daños directos de guerra y pérdidas de producción e ingresos.
Sin embargo, Hizbulá salió prácticamente indemne: unos 1.000 de sus combatientes se enfrentaron a entre 10.000 y 30.000 soldados israelíes en el sur de Líbano, perdieron unos 250 hombres y mataron a 121 soldados israelíes e hirieron a más de 1.200. El conflicto se ha catalogado incluso como una guerra civil y ha sido descrito por los principales analistas occidentales como una derrota para Israel, por lo que se dice que las fuerzas armadas israelíes sufrieron una "herida sangrante" y unos costes de reputación de los que Tel Aviv ha sido incapaz de recuperarse hasta el día de hoy.