Entre los numerosos mitos que a Estados Unidos le gusta divulgar sobre sí mismo figura el de ser la mejor democracia del mundo, la más antigua, la más perfecta. Si bien es un argumento evidentemente falaz, ha funcionado a lo largo de la historia para, entre otras cosas, justificar las habituales incursiones bélicas que el país ha llevado adelante alrededor del mundo.
Sin embargo, es evidente que el país que inventó un presunto mandato divino para justificar sus tropelías alrededor del mundo, con la Doctrina del Destino Manifiesto, enfrenta graves problemas internos de toda índole que en los últimos años no han hecho más que aumentar.
A finales de junio se dio a conocer
la tradicional encuesta sobre la democracia estadounidense de la
reconocida firma YouGov, que suele sondear a los ciudadanos sobre su satisfacción con dicho sistema y dar a conocer los resultados en las vísperas del 4 de julio, fecha en la que se conmemora el nacimiento formal de EEUU, al firmarse la Declaración de Independencia ante el Imperio británico en 1776.
Las conclusiones del estudio de este 2023 son contundentes y reafirman una tendencia ascendente en los últimos años: es cada vez mayor el número de estadounidenses que no está feliz con la democracia en su país.
Para tener una idea del avance de este malestar, vale recordar que en junio de 2022 este número era aproximadamente la mitad (11%) de lo que es ahora, mientras que en una encuesta de Gallup de 1977 solo el 3% de los estadounidenses
reprobaban su democracia, pese a la renuncia tres años antes del presidente Richard Nixon por el escándalo conocido como Watergate.
Este dramático incremento suscita una pregunta inevitable: ¿cómo es que en el autodenominado "modelo democrático" del mundo casi siete de cada 10 de sus ciudadanos no están satisfechos con su sistema de gobierno?
De acuerdo al internacionalista Irwing Rico, profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los resultados de la encuesta reflejan la crisis social y política que viene atravesando el país en el último tiempo.
De acuerdo al analista, esta situación deriva "en una crisis de legitimidad de las instituciones pero también de los partidos políticos y el sistema de representación, ya que los ciudadanos no perciben que estos actores logran mejorar las condiciones de vida ni resuelven los problemas estructurales en la sociedad, por lo que se genera una desconfianza y
un sentimiento de abandono".
Por su parte, la especialista en relaciones internacionales Vanessa Cárdenas, de la Universidad Finisterre, dice a Sputnik que esa insatisfacción da cuenta del agotamiento de un modelo político y económico que se ha enarbolado alrededor del mundo como el único posible, pero que en la práctica no ha resultado beneficioso para sus ciudadanos.
La analista apunta que varios otros elementos, desde la percepción de que instituciones como el Colegio Electoral diluyen la democracia directa y permiten que el candidato que recibió más votos pueda perder en las elecciones generales, hasta la creciente desigualdad económica o la violencia imparable a causa de la
falta de controles a las armas, hacen que los ciudadanos estadounidenses crean cada vez más que su sistema no sirve.
En ese sentido, Rico observa que son justamente los sectores más desfavorecidos de la sociedad, los que precisamente llevaron a Trump a la Casa Blanca, quienes más creen que los políticos y la economía no están trabajando para ellos, resultando en una desazón con respecto a la marcha de la democracia.
"Las clases medias-bajas y bajas se sienten abandonadas por quienes deberían cuidar de ellos, al ver que los precios suben, que el acceso a la salud es imposible o que conseguir trabajo se dificulta, mientras que otros sectores marginados se ven violentados por instituciones como la Policía. Todos ellos piensan: 'se suponía que el libre mercado y la democracia iba a traer prosperidad a mi vida, pero eso no ha sido, entonces, ¿por qué tendría que creer en estos principios?'", indica.
En ese sentido, el experto Rico recuerda que Biden llegó a la Casa Blanca con la promesa de restaurar los valores democráticos de EEUU que, según el demócrata, Trump había fracturado, y que durante sus primeros dos años y medios de gobierno ha hecho del tema de la amenaza antidemocrática uno de los puntos centrales en sus discursos, más famosamente en su alocución en la previa de las elecciones de medio término, a las que calificó de decisivas para detener las fuerzas antidemocráticas en el país.
Teniendo eso en cuenta, apunta Rico, si bien ha tenido éxito retóricamente en instalar el tema, el fracaso de Biden ha sido total, al no lograr cambiar la opinión de los ciudadanos sobre la marcha de la democracia en su país.