Tuvieron que transcurrir 31 años para que Argentina volviera a registrar una inflación superior al 100% interanual. Con una profunda incidencia en el costo de los alimentos, el incremento generalizado de precios torna casi imposible la misión de llegar a fin de mes para la mayoría de los asalariados.
Reflejado en un aumento de la pobreza, que alcanza a más del 39% de la población —18 millones de personas— el dato del 7,7% de inflación de marzo castiga sobre todo a los más vulnerables.
"Es un dato trágico por el costado social: la pobreza está aumentando porque los ingresos no acompañan el incremento general de precios, lo que genera un mayor empobrecimiento", dice a Sputnik Estefanía Pozzo, periodista especializada en economía.
Más allá del número específico, todas las miradas se posan sobre la tendencia alcista registrada en los últimos cuatro meses: la inflación de noviembre fue del 4,9%; 5,1% en diciembre; 6% en enero; 6,6% en febrero; 7,7% en marzo.
Según Pozzo, "que la suba esté acelerándose es muy preocupante de cara al futuro porque profundiza las expectativas negativas, que agudizan la situación".
Llenar la heladera
El rubro de mayor impacto a nivel social por antonomasia es el de los alimentos y bebidas, clave en la definición de las canastas de productos que determinan la línea de pobreza y de indigencia. El aumento de precios del 9,3% en tan solo un mes en este apartado se refleja directamente en el consumo.
Luis tiene 35 años y es dueño de una verdulería y carnicería en el centro de la Ciudad de Buenos Aires
© Sputnik / Juan Lehmann
Luis tiene 35 años y es dueño de una verdulería y carnicería en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, una zona plagada de oficinas y de altísima concurrencia en horario laborable. Del otro lado del mostrador, relata a Sputnik el impacto que la crisis tiene sobre su negocio: "La inflación se siente directamente en las ventas: antes una señora venía a comprar tres kilos de banana, y ahora apenas compra uno y se va. Es muy duro".
Si bien sitúa el inicio de las dificultades en la crisis desatada durante el Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), reconoce que la presidencia de Alberto Fernández profundizó el flagelo: "El consumo venía cayendo desde 2018, pero ahora está en el peor momento, sin dudas. Las ventas son bajísimas".
"Este es el momento más difícil para mantener el negocio de los últimos años. Antes había inflación, pero no se sentía como ahora", afirma Luis.
Lo que más preocupa al comerciante es el ritmo de la aceleración inflacionaria, que atenta de lleno contra las expectativas del costo de reposición de los productos. "Mi problema central es que la mayoría de los aumentos van de semana a semana. Me pasó que un viernes el repartidor me cobró 9.000 pesos [41 dólares a cambio oficial] por un par de cajones de mercadería y ese lunes, apenas tres días después, subió a $14.000 [64 dólares]: yo no puedo hacer otra cosa que subir el precio", dice.
© Sputnik / Juan Lehmann
Producto de la crisis, Argentina atraviesa uno de los años de menor consumo de carne de toda su historia. El dato estadístico se verifica en la experiencia Luis: "Las ventas de asado cayeron más del 50% en un año. Eso se sintió muchísimo: la media res que antes costaba $50.000 [230 dólares] ahora pasó a $110.000 [504 dólares], todo en poco más de un año".
"No podemos subir tanto los precios porque si no la gente ya no compra. El tema es que también tenemos que cubrir nuestros costos porque no tenemos más resto", destaca el verdulero.
Común denominador
El impacto inflacionario no solo alcanza a los sectores sociales más postergados, sino que llega a sectores medios-altos que, aun desde una posición de mayor resguardo, sienten la crisis en sus ingresos.
Adriana posee una peluquería en el barrio de Recoleta, uno de los más acomodados de Buenos Aires. Pese a la base de clientes que ha logrado construir a lo largo de los años, la emprendedora da cuenta de las dificultades profundizadas a partir de la pandemia de coronavirus: "Mi negocio está en el momento más complicado de los últimos años. Veníamos mal desde la época de Macri, pero este año arrancamos peor", confiesa a Sputnik.
"El corte de pelo básico que hace un año costaba $1.500 [7 dólares] hoy ya está en $3.000 [14 dólares], porque si no no aguanta el negocio. Quiero mantener mi clientela pero tampoco puedo ir a pérdida, porque el alquiler del local también subió mucho", remarca la comerciante.
Consciente del impacto que el flagelo inflacionario surte sobre sus empleados, Adriana lidia con la dificultad de cubrir todos los costos a afrontar: "Hoy hay cuatro trabajadores en el local, todos en blanco. Siempre les pago a tiempo, aunque a veces se me complique mucho por todos los gastos".
Sin paracaídas
La contracara del problema que aqueja a la empresaria es evidente: el drástico deterioro de los salarios de los argentinos, que registran el inédito récord de cinco años de caída consecutiva bajo gobiernos democráticos: son los segundos más bajos de Latinoamérica. Profundizado en el caso de los trabajadores precarizados, el flagelo impacta también en los obreros registrados.
Ricardo Pignanelli, secretario general del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), describe sin eufemismos la situación que atraviesa el común de los empleados: "La inflación nos está comiendo el sueldo. Con una inflación del 100% interanual, apenas llegamos a no tener agujeros en los bolsillos", protesta en diálogo con Sputnik.
Pese a liderar un gremio de considerable poder de fuego en las negociaciones paritarias, la caída del poder adquisitivo de los trabajadores resulta inevitable: "Nuestros aumentos son a trimestre vencido, por lo que cobramos en abril el incremento de enero, febrero y marzo. Con una inflación del 21% trimestral no hay acuerdo que alcance".
"A veces pareciera que el trabajo faltara a propósito, para que los sindicatos no pudiéramos discutir buenos sueldos", sostiene Pignanelli.
El estado de fragilidad que el dirigente sindical identifica es tal que llega a compararlo, incluso, con la dramática crisis del 2001, la de mayor gravedad de la historia argentina reciente: "En el 2001 la gente empezó a correr hacia los grandes supermercados a saquearlos para tener algo para comer. ¿Hay que llegar al espanto para tomar consciencia de lo que está pasando?".
Horizonte de incertidumbre
Con la imagen de los episodios hiperinflacionarios que atravesó el país entre 1980 y 1990 en el espejo retrovisor, Estefanía Pozzo advierte sobre el riesgo de que el presente tembladeral económico escale a un nivel semejante: "El riesgo de hiperinflación está. A medida que se complejice la situación, solo va a crecer: el problema es que partimos de una inflación del 104%".
Sin embargo, la especialista considera que aún es muy temprano para pronósticos catastróficos: "Hoy, decir un número es muy apresurado. No solamente por la incidencia de las variables económicas, sino, sobre todo, por el contexto político de cara a las elecciones presidenciales".
No te pierdas las noticias más importantes
Suscríbete a nuestros canales de Telegram a través de estos enlaces.
Ya que la aplicación Sputnik está bloqueada en el extranjero, en este enlace puedes descargarla e instalarla en tu dispositivo móvil (¡solo para Android!).
También tenemos una cuenta en la red social rusa VK.