A 77 años de la histórica movilización obrera que marcó el inicio del peronismo, uno de sus principios fundamentales no logra concretarse. A pesar de que la actual gestión del Frente de Todos es peronista, el Gobierno no logró recuperar los ingresos de los trabajadores a los que busca representar.
El 17 de octubre de 1945 tuvo lugar el mito fundacional del peronismo, el movimiento organizado detrás del liderazgo del expresidente Juan Domingo Perón (1946-1955; 1973-1974). En 39 de los últimos 77 años gobernaron mandatarios peronistas, más de la mitad del período.
El fenómeno popular surgido alrededor de la figura de Perón en 1945 se encolumnó detrás del lema de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, en defensa de los sectores más postergados.
Sin embargo, transcurridos casi 80 años, el nivel de vida de los trabajadores cayó estrepitosamente: hoy el 40% de los asalariados trabaja de manera informal, con ingresos que apenas superan la canasta básica y la pobreza alcanza al 36% de la población.
Lo más grave es que, en la distribución del ingreso entre 1945 y 1975, la clase obrera tenía el 42% del producto nacional y hoy recibe el 23% del total, casi la mitad, según comenta a Sputnik. Alejandro Horowicz, doctor en Ciencias Sociales y autor del libro Los cuatro peronismos.
La pregunta no tarda en aparecer: ¿cómo perdieron los trabajadores casi la mitad de su participación en la riqueza del país?
El mayor avance en los derechos de los trabajadores
El Día de la Lealtad debe su nombre a la histórica marcha de trabajadores a la emblemática Plaza de Mayo —en el centro de Buenos Aires— en reclamo de la liberación de Perón, quien había sido encarcelado y eyectado de sus cargos como secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de facto del Gobierno militar.
Tras ser detenido y enviado a la cárcel de la isla Martín Garcìa, la movilización y huelga general convocada por los principales gremios lograron la liberación de Perón, quien meses después fue electo presidente de la República.
"El 17 de octubre se movilizó la clase obrera en defensa de sus propias conquistas. Es el movimiento el que defiende los derechos alcanzados", dice a Sputnik Alejandro Horowicz.
Las reivindicaciones a las que refiere consisten en mejoras laborales impulsadas por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión: las vacaciones pagas, el Estatuto del Peón Rural, la consolidación de la organización sindical, el refuerzo de las negociaciones colectivas y la extensión de jubilaciones y cientos de convenios colectivos.
El aluvión de medidas direccionadas a los trabajadores marcó un punto de quiebre en el país. "El Gobierno de Perón introdujo un profundo cambio en la Argentina: intentó fundar otra lógica social", señala ante Sputnik Ricardo Aronskind, economista y profesor de la Universidad de Buenos Aires.
Sin embargo, casi ocho décadas después, la situación no puede ser peor.
Los hitos de cómo los trabajadores fueron cayendo en la escala social
Los principales puntos de caída de la calidad de vida de los trabajadores pueden dividirse en seis momentos:
El Rodrigazo (1975): la crisis del petróleo de 1973 repercutió directamente en Argentina. Para saldar las cuentas públicas, Celestino Rodrigo, ministro de Economía de Estela Martínez de Perón (1974-1976) —vicepresidenta que asumió el poder tras el fallecimiento del líder— impulsó medidas de shock: devaluación y aumento de servicios públicos. La crisis disparó la inflación (que llegó al 180%) y deterioró el poder adquisitivo de los sueldos.
Dictadura cívico-militar (1976-1983). Las políticas de corte neoliberal —liberalización financiera, apertura irrestricta a importaciones y endeudamiento—, conjugadas con la persecución a dirigentes gremiales, se tradujeron en una caída del salario real de un promedio superior a los 20 puntos, sobre el anterior desplome del Rodrigazo.
Menemismo. Durante el Gobierno del peronista Carlos Menem (1989-1999) se retomaron medidas económicas asemejables a las de la dictadura: se profundizó la liberalización financiera y la privatización de empresas públicas: Aerolíneas Argentinas, la de comunicaciones (ENTEL), los ferrocarriles, y las empresas de luz, gas y agua, entre otras. En paralelo, el desempleo se duplicó, afectando al 14% de los argentinos. Como producto de las políticas de Menem —y de las de su sucesor, el radical Fernando De La Rúa (1999-2001)— en diciembre del 2001 se desató en el país una crisis sin precedentes que terminó con la sucesión de cinco presidentes en 11 días y una caída salarial de un promedio de 22% durante el año 2002.
Recuperación (2002-2011). Tras la devastadora crisis, durante los sucesivos Gobiernos de los peronistas Carlos Duhalde (2002-2003), Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015) —actualmente es la vicepresidenta—, se identificó una mejora del salario real del 68% en nueve años. Posteriormente, tanto el crecimiento económico como los sueldos se mantuvieron virtualmente estancados.
Crisis del 2018. El Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) retomó el impulso por la liberalización financiera —libre acceso a dólares— provocando una fuerte caída de las reservas del Banco Central en un contexto internacional adverso. Macri impulsó una devaluación y posteriormente un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para contraer el préstamo más grande de la historia. En total, el poder adquisitivo durante su mandato cayó por encima del 20%.
Profundización de la caída (2018-2022). Agravada por la crisis mundial tras la pandemia, y recientemente por el conflicto entre Rusia y Ucrania, el nivel salarial empeoró durante el actual Gobierno de la alianza peronista del Frente de Todos encabezado por Alberto Fernández y la vicepresidenta, Cristina Fernández. La caída acumulada desde su asunción, en diciembre del 2019, hasta hoy es del 4,8% en términos reales.
La evolución histórica de los salarios marca que dos de las mayores caídas registradas ocurrieron durante Gobiernos peronistas. Si los ideales de soberanía política, independencia económica y justicia social serían a priori contrarios a la ortodoxia neoliberal, ¿cómo pueden denominarse peronistas Gobiernos que ejecutan tales políticas?
Identidad camaleónica
"El peronismo es un movimiento amplio con corrientes muy diversas: algunas conservadoras o neoliberales, otras moderadas y otras de centroizquierda o progresistas", sostiene Aronskind. El economista agrega: "La identidad del peronismo fue redefinida varias veces. Hoy alcanza con que uno se llame peronista para que lo sea: no hay claridad sobre el significado de la palabra".
Por su parte, Horowicz señala que dentro del peronismo "hay una adecuación a las condiciones del mercado mundial". Tomando como referencia el giro ortodoxo ejecutado durante el Gobierno de Menem (1989-1999), el pensador remarca que desde el fin de la Unión Soviética "no quedó nada fuera del mercado mundial y los anteriores términos de negociación se terminaron. Ese mundo no existe más". En ese sentido, advierte que "el menemismo se hizo cargo de las nuevas condiciones de inserción en el mercado mundial".
Cambios de base
Desde 1945, la Confederación General del Trabajo (CGT) se constituyó en la "columna vertebral" del movimiento liderado por Perón, pero hoy la realidad es más heterogénea.
"Está claro que el peso de los sindicatos en el peronismo ha decrecido", señala Aronskind. Horowicz encuentra una explicación estructural para el fenómeno. "Hubo una transformación radical: la clase obrera de esa época no existe más en ninguna parte del mundo".
Por el contrario, hay una gran dispersión del movimiento obrero. Si antes existía una clase trabajadora de mayoritaria orientación peronista, esta ya no se refleja en la realidad: "Se produjo una fragmentación", afirma.
La situación económica actual —con salarios bajos y una inflación anual del 95% estimada para fin de año— despierta alertas en el Gobierno peronista del Frente de Todos sobre posibles escenarios de conflictividad social, vinculados a las demandas gremiales por aumentos de sueldos.
Aronskind relativiza esta posibilidad: "Puede haber conflictividad sindical. De todos modos, el panorama es muy diverso: hay mucha dispersión de salarios entre los gremios", remarca.
La dispersión se puede ver en las importantes negociaciones salariales logradas por gremios como el de los trabajadores del neumático —que tras semanas de protestas y paro de la actividad alcanzó aumentos por encima de la inflación pronosticada— o el de los bancarios —que cerraron un incremento del 94% de los sueldos—, pero que tienen su contraparte en la enorme informalidad laboral donde los trabajadores no tienen el mismo poder de negociación y ven caer día a día los salarios.
Con una inflación estimada por encima del 95% para fin de año, las consultoras estiman que la mayoría de los asalariados habrá perdido por encima de 10 puntos con respecto al incremento de precios.
La disputa por los excluidos
El economista posa su atención sobre las organizaciones sociales. "Veo menos conflictividad del lado sindical que desde los movimientos sociales, que ven carcomidos sus ingresos por la inflación. Van a tener una presencia reiterada hasta que haya un alivio en su situación", afirma. Se trata de los trabajadores de la economía popular que circula por fuera de las relaciones salariales formales.
La informalidad en Argentina alcanza aproximadamente al 40% de los trabajadores. El fenómeno no es nuevo: "Ya en el menemismo surgió y se consolidó el movimiento piquetero integrado por gente que no tenía ingresos básicos", sostiene, en referencia a la agrupación de desocupados que organizó protestas durante la década de 1990. Bajo la gestión de Menem, con la duplicación del desempleo, los desocupados optaron por conformar agrupaciones que no respondían a la estructura sindical tradicional.
Emilio Pérsico, funcionario del ministerio de Desarrollo Social de la Nación y dirigente del Movimiento Evita (agrupación peronista no sindical), dijo: "Estamos en una Argentina preperonista: solo tenemos el 20% de los trabajadores privados registrados".
Este escenario plantea un desafío para el movimiento que nació en 1945: ante la caída del salario y la pauperización, muchos trabajadores se acercan a la izquierda más combativa.
Sin embargo, Aronskind no descarta una revitalización del movimiento fundado por Perón. "Si emergiera una conducción que reflejara los problemas actuales de la población, podría renovar al peronismo", concluye.
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