En América Latina la vacunación contra el COVID-19 va a paso lento. Con excepción de Chile, el resto de la región apenas ha inmunizado al 4,29 % de su población. Cifras que están muy por debajo de Europa (10,26%) y Estados Unidos (27,82%).
En el escenario, Colombia tiene las peores cifras. Hasta ahora el reporte es que el país cuenta con 2.115.816 dosis, el proceso apenas va en la primera línea de la población —personal de salud y mayores de 80— y los datos advierten que hasta el momento se ha vacunado el 1% de los casi 50 millones de habitantes.
Al margen de las cifras, Sputnik quiso conocer de primera mano cómo se está viviendo una jornada de vacunación en la capital del país, donde —como en todas las demás regiones— el ritmo depende del número de dosis que entregue el Gobierno nacional. La Secretaría de Salud de Bogotá ha dispuesto 400 puntos de inmunización masiva. Uno de ellos fue inaugurado esta semana en El Tunal, un barrio popular situado en el suroccidente de la ciudad.
El centro de vacunación se sitúa en el coliseo del Parque El Tunal. Un espacio que, antes de la pandemia, servía como cancha de fútbol, vóleibol y basquetbol. Un lugar que solía estar ocupado por gritos de niños y la euforia de los goles, y hoy transcurre en el silencio y la solemnidad de ser visitado por adultos mayores que acuden para que les inyecten un biológico que se traduce en la garantía de que un beso o un abrazo no será la causa de su muerte.
¿Cómo es la logística de la vacunación?
Antes de las 7 de la mañana empiezan a llegar los funcionarios de la Secretaría de Salud. Enfermeras, vacunadores, personal de logística, orientadoras y hasta policías organizan el lugar para recibir a los mayores a partir de las 9 de la mañana. Allí trabajan aproximadamente 40 funcionarios y hay disponibles cinco mesas de vacunación. A la entrada no había cola, una persona de logística los recibe, pregunta si tienen cita agendada y el nombre; a partir de allí siempre lo llaman por su nombre.
"Siga, don Pedro, siéntese y regáleme unos datos", señala un funcionario de unos 40 años ubicado en un escritorio detrás de un computador. Allí confirma su número de identificación, la hora de la cita, la empresa prestadora de salud (EPS) a la que está afiliado —en Colombia las EPS son las encargadas de la aplicación de los biológicos— y la mesa en la cual lo deben inmunizar.
"Como este puesto está recién inaugurado y aún no hay tanta afluencia, a quienes se están acercando sin tener la cita pero que cumplen los requisitos les estamos sacando la cita y los vacunamos", explica el funcionario.
Al asignarse la mesa de vacunación, una de las logísticas se acerca, lo toma del brazo y lo acompaña hasta una hilera de sillas donde otra mujer —trabajan principalmente mujeres— le explica el procedimiento, el tipo de vacuna y los posibles efectos secundarios. A continuación, la funcionaria le ayuda a diligenciar el consentimiento informado y lo conduce a la mesa del vacunador, quien sin demora lo inyecta.
De allí es conducido a otra mesa donde una funcionaria actualiza los datos: número de teléfono, lugar de residencia, edad y con quién vive. Posteriormente, las personas deben esperar 30 minutos para ver si se presentan efectos secundarios. Si no se presentan síntomas, la persona puede irse a su casa, pero si se presentan, queda en observación hasta que desparezcan.
Mientras tanto, un grupo de danza hace una breve presentación de un baile folclórico colombiano.
¿Están o no acudiendo a vacunarse?
Muchos ancianos llegan acompañados al centro de vacunación de El Tunal, en Bogotá
© Sputnik / Alfredo Molano Jimeno
"Qué paradójica es la vida. Cuando se está más cerca de la muerte el ser humano vuelve a vivir todo lo mismo que cuando era bebé. Se le caen los dientes, se le dificulta el desplazamiento y ahora también lo vacunan", reflexiona una mujer de unos 30 años que acompaña a su abuela de 85.
Vive en Tunjuelito, una localidad del suroccidente, donde se ubica el barrio El Tunal, y en la que habitan poco más de 200.000 habitantes. Su abuela, Rosa, es una de las primeras colombianas en recibir el antídoto contra la pandemia más feroz de la historia reciente que, en Colombia, ha cobrado las vidas de más de 60.000 personas.
José Antonio León tiene 82 años. Lo acompaña a vacunarse su esposa, Fabiola, de 67, quien le ayuda a entender lo que le hablan, ya que él tiene problemas de audición. León afirma que está feliz de ser vacunado, pero que aún debe cuidarse porque, sostiene, "aún no se sabe si esto funciona".
Y es que, según uno de los funcionarios de la EPS encargado de comunicar a las personas para asignarles una cita de vacunación, "hay mucho miedo en la gente a vacunarse. Algunos tienen desconfianza y a otros, sus familiares, incrédulos de la ciencia, no los dejan acudir a la cita", explica.
"El primer día que abrimos este punto de vacunación asistió poca gente; el segundo, llegó gente graneadita y hoy ya parece que están llegando más personas", señala otra funcionaria encargada de recibir en la puerta a quienes se acercan.
Explica que ha sido difícil contactar a los "abuelos", como llama a las personas mayores, y asegura que muchos no tienen teléfonos de contacto actualizados. Otro funcionario sostiene que el sistema de agendamiento de citas no va a funcionar, pues considera que llegará primero una noticia negativa sobre la vacuna que el Estado para vacunarlo.
Los funcionarios coinciden en que existe mucha desinformación en la población que ellos atienden —estratos bajos con poca formación educativa—. "Muchas de las personas que llamamos a que se vacunen dicen que no vienen porque les da miedo. Miedo a que les pase algo y que vieron en noticias el caso de alguien que se murió después de ser vacunado. Por eso es muy importante que los medios de comunicación ayuden a hacer pedagogía seria y no difundan información sin fundamento que pueda afectar esta lucha contra la pandemia", agrega el funcionario.
"Otro problema que hemos identificado son las condiciones en que viven los abuelos. Muchos viven solos y llegan sin acompañantes, y eso le parte a uno el alma. Otros dicen que nadie en su casa quiso acompañarlos o que sus hijos y nietos están ocupados trabajando", enfatiza Maritza, una enfermera que se encarga, según sus propias palabras, de "quitarles el miedo a quienes vienen a vacunarse", pues es quien acompaña a los ancianos en el momento en que les inyectan el biológico, y no pocas veces debe abrazarlos como si los conociera de años atrás.
A este punto de vacunación se ven llegar personas que con más de 86 años aparentan tener 70, y otros que apenas pisan los 80 y parecen más viejos. Unos en sillas de ruedas, otros con muletas, algunos caminan solitarios y otros van con sus nietas adolescentes.
Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), en Colombia se registran 753.857 adultos mayores de 80 años, de los cuales 142.108 viven en la capital..
1 de marzo 2021, 21:49 GMT
Por ahora, la Secretaría distrital de Salud ha recibido poco más de 244.000 vacunas y entre el 22 de febrero y el 11 de marzo, 121.754 dosis para el personal de salud y adultos mayores de 80 años, distribuidas de la siguiente manera: en instituciones de protección al adulto mayor se pusieron 3.626 dosis de vacuna Sinovac; para el talento humano en salud, 76.716 dosis de Pfizer, y para adultos mayores de 80 años bajo la modalidad de agendamiento, se han puesto 40.755 dosis.
En El Tunal se avanza con una vacunación, en promedio, de 220 vacunas diarias. El más viejo que se ha inmunizado hasta ahora en este punto tenía 102 años, seguido por una señora de 99 años y uno de 97, según cuentan los funcionarios.
Los adultos mayores entrevistados por Sputnik expresaron, en general, su alegría por recibir el medicamento, pues aseguraron que ha sido muy duro pasar uno de sus últimos años de vida encerrados en sus casas y sin reunirse con familiares y amigos, ni poder salir a la calle a pasear o a tomar un poco de aire.
Dolly Ceballos, una mujer de 86 años y estrato alto, expresó su inmensa alegría de haber pertenecido al 1% de los nacionales que ya recibieron la primera dosis. "No se imagina la organización en el Movistar Arena [un coliseo en el noroccidente que antes era el estadio El Campín]. Eso funciona como un reloj. Desde el parqueadero me sentí muy bien atendida, como si me hubieran vacunado en un hotel cinco estrellas. Los sitios de espera estaban limpios, sin aglomeraciones, no tuve que esperar. Salí dichosa de la vida, como un colibrí comiendo guayaba", relató.
Lento pero sembrando esperanza en la población mayor, avanza el plan de vacunación contra el COVID-19. Hasta hora se trabaja en la primera línea, pero ya se empieza a regar en todo el país la ilusión de que, tras un año de fuertes medidas restrictivas y encierro, los coliseos como el de El Tunal y el Movistar Arena volverán a ser espacios deportivos, de juegos y alegría, y nunca más escenarios de vacunación que más parecen hospitales de campaña.