Desde los años 80 del siglo pasado, Francia sufre atentados terroristas con la firma del islamismo sin fronteras: desde palestinos disidentes a argelinos de los grupos wahabitas que asolaron su país. En los 2000, el enemigo nace en casa y con el caldo de cultivo de un islam radicalizado que las autoridades no quieren ver, una minoría de hijos y nietos de inmigrantes magrebíes y africanos subsaharianos caen en las redes de agitadores del islam que campan a sus anchas en los barrios donde se concentra la inmigración. La acción más reciente, la decapitación del profesor Samuel Paty a manos de un refugiado checheno.
"Un ruso" con asilo denegado
A ese ejército en la sombra, y en muchas ocasiones fuera de los radares de los servicios de inteligencia, se añaden los "terroristas importados" por razones humanitarias. Es el caso del asesino del profesor Paty, el checheno, Abdulá Anzárov. La familia del decapitador pidió asilo político en Francia arguyendo ser perseguidos por los Gobiernos de Rusia y Chechenia. Su petición de asilo ya había sufrido el rechazo de las autoridades polacas en 2005. El organismo francés que estudia las peticiones de refugio, la OPFRA (Oficina francesa de protección a las personas refugiadas y apátridas, por sus siglas en francés), denegó a la familia Anzárov el estatuto de asilo político en 2011, algo que ahora sorprende pues la OPFRA es acusada por su tolerancia. Pero lo más inaudito vendría después, cuando el llamado 'Tribunal francés de asilo político' hizo caso omiso de la decisión de la OPFRA y concedió el amparo a la familia chechena.
Cobardía, clientelismo, autoflagelación
El presidente francés, Emmanuel Macron, es otro ejemplo de la falta de coraje en llamar a la realidad por su nombre. Después de tres años en el poder intentando soslayar el problema número uno de Francia, propuso hace días su "plan contra el separatismo islamista". En la presentación de este, no eludió mencionar a los Hermanos Musulmanes, al salafismo y al wahabismo como los enemigos a combatir. Pero cuando llegó la hora de bautizar oficialmente el proyecto, el término islamismo desapareció del título.
La cobardía, el clientelismo, el arrepentimiento histórico y la autoflagelación permanente por un pasado colonial que ningún otro país ha estudiado y criticado tanto como Francia, sigue paralizando a muchos políticos franceses. Por eso, el "no pasarán" de Emmanuel Macron la noche del asesinato de Samuel Paty suena absurdo y ridículo.
¿No pasarán? Pasaron y se instalaron con ayuda local
Utilizar un lema que no sirvió para evitar la entrada de las tropas de Franco en el Madrid sitiado durante tres años no era lo más apropiado. Si Emmanuel Macron piensa que los islamistas no pasarán se equivoca de tiempo verbal. Han pasado y están instalados en Francia desde hace décadas, en muchos casos, con la ayuda y la bendición de políticos que reniegan del pasado de su propio país, pero que acuden raudos a poner la primera piedra de las nuevas mezquitas y que, mientras desprecian las fiestas religiosas tradicionales de su propia nación, son los primeros en felicitar a la minoría musulmana en ocasión del Ramadán.
Por supuesto, no se les puede acusar de complicidad con el terrorismo, pero sí de ceguera, de clientelismo y de ignorar que las asociaciones culturales, deportivas o religiosas que subvencionan con el impuesto de todos los franceses sirve en muchas ocasiones a alimentar la ideología que va a impregnar el cerebro de terroristas —nacionales o importados— que muchos ignorantes llaman después "lobos solitarios".
Una cábala a través de las redes
¿Lobos solitarios? El caso de Abdulá Anzárov ilustra perfectamente la estupidez del término. Los islamistas franceses cuentan con un ecosistema perfectamente engrasado y ligado y no son los cien kilómetros que separan el domicilio de protección social donde habitaba Anzárov del de Paty los que van a impedir la acción del asesino.
Hay otro hecho que sirve también para mostrar los fallos del sistema educacional y antiterrorista francés. El individuo que lanzó la cábala contra Paty estuvo acompañado físicamente en su denuncia de un imán autoproclamado —Abdelhakim Sefroui— que está fichado como radical islamista por los servicios de seguridad del país. Y los responsables del colegio no se opusieron. Más tarde, el imán Google y el imán Youtube se encargaron de hacer llegar el mensaje a los más fanatizados miembros de la comunidad musulmana francesa, entre ellos, Abdulá Anzárov.
Islamismo en la escuela laica
Macron quiere ver florecer en Francia "el islam de las Luces". Pero quizá no haya tenido tiempo de leer el libro ¿Cómo se ha dejado al islamismo penetrar en la escuela?, del inspector de Educación Jean Pierre Obin. Una obra editada recientemente, pero que es en realidad un informe presentado hace 20 años a las autoridades del Ministerio francés de Educación. Veinte años de silencio; dos décadas de una denuncia con datos que se escondieron en un cajón.
El Estado, o llamémoslo claramente, los gobiernos franceses de izquierda y derecha que han gobernado el país durante los ultimo 30 años, han decidido desertar de barrios y zonas que quedan bajo el poder de islamistas y traficantes de estupefacientes.
Los "tontos útiles" del islamismo
Emmanuel Macron pretende ahora acabar con el problema a menos de dos años de las elecciones presidenciales. En su empeño, ha manifestado también querer poner coto a las cadenas de información que, como la catarí Al Jazeera —ha señalado— utilizan el término fraudulento de "islamofobia" para impedir las críticas a una religión y desprestigiar su discurso.
El jefe del Estado francés debería quizás también fijarse en otros medios de prensa nacionales que han optado siempre por excusar y justificar los atentados islamistas y que interpretan como progresismo defender imposiciones religiosas machistas como el velo islámico y se niegan a dar voz a las militantes musulmanas, verdaderamente progresistas, que luchan en el mundo árabe-musulmán y en Francia contra el integrismo. Son los colaboracionistas y los tontos útiles del islamismo.