En la península de Yucatán se produce el 9% de la carne de cerdo total nacional en México, y aunque concentra el 14,2% de los establecimientos industriales, su crecimiento reciente ha sido a un ritmo mayor que el experimentado en los otros dos principales estados del país que concentran el rubro: Sonora y Jalisco.
Sin embargo, la investigación mencionada señala que las consecuencias de este "crecimiento desordenado de la industria y el establecimiento de cientos de granjas industriales con poca o nula regulación" han contribuido a afectar la calidad del aire, el suelo y el agua "en una de las zonas con mayor riqueza natural en México".
La negativa dada por la secretaría de Medio Ambiente (Semarnat) al proyecto del Grupo Porcícola mexicano, Grupo Kúo, también conocido como Kekén, abre la puerta a la discusión del modelo sostenido por un continuo aumento de la demanda global por el consumo de carne animal en la dieta cotidiana.
La negativa de Medio Ambiente
El Grupo Porcícola mexicano había recibido una primera negativa de parte de la Semarnat a su proyecto para instalar cinco granjas porcícolas en los municipios de Tixmehuac y Maní (estado de Yucatán) en febrero de 2019. Sin embargo, la compañía Kekén, que es parte del Grupo Kúo, resolvió volver a presentar el proyecto para su evaluación ambiental, un requisito previo para instalación.
Sin embargo, representantes de las comunidades mayas afectadas han señalado que el avance de estas nuevas cinco granjas provocaría la deforestación de 11.000 hectáreas de selva que forman parte de Áreas naturales protegidas y sitios RAMSAR, humedales reconocidos por su importancia mundial en la regulación de la humedad y temperatura del planeta.
Más puercos y menos trabajadores
Las críticas surgidas desde organismos locales e internacionales respecto a los efectos nocivos que genera la producción intensiva de carne de cerdo en México que fue sistematizada por Greenpeace, señalan que la industria porcícola es el sector protagónico en el crecimiento y transformación de la actividad ganadera en el país.
Según datos contenidos en la investigación arriba citada, el modelo industrial de producción cárnica está basado en cuatro pilares que representan un riesgo para el ambiente y las comunidades donde se instalan:
- Las granjas porcinas industriales son un modelo similar al de los feedlots de carne vacuna, donde en espacios reducidos se concentran miles de cerdos para consumo humano que son alimentados con granos y oleaginosas, que son también producidos industrialmente con su consecuente deterioro de los suelos dada la alta demanda de agroquímicos utilizados en este sistema.
- Las granjas porcinas requieren de grandes cantidades de agua para su funcionamiento. Según datos del año 2019 citados en el informe, para producir un kilogramo de carne de vaca, se requieren 15.400 litros de agua y 7 kilos de grano; para producir un kilo de carne de cerdo, se requiere de 6.000 litros de agua y 3,5 kilos de grano para su alimentación; así como para producir industrialmente un kilo de carne de pollo, se utilizan 4.300 litros de agua y 2 kilos de grano.
- La genética de los cerdos criados es prácticamente uniforme en todo el mundo, algo que los vuelve más propensos a contraer enfermedades virales en hacinamiento, así como favorece la aparición de enfermedades zoonóticas, como ocurrió con la peste porcina africana nacida en Europa. Así, las granjas deben usar altas dosis de antibióticos en los animales criados para evitar que enfermen.
- Estos sistemas de producción industrial fomentan la concentración del ingreso, así como desalientan la generación de empleos, dada la poca mano de obra que emplean para producir.
Este combo se completa con los efectos contaminantes que tienen estas industrias en el ambiente donde se instalan: la infiltración de nutrientes y nitratos que contaminan los mantos freáticos (aguas subterráneas) "al tiempo que provocan la acumulación de metales pesados en la capa superficial del suelo (hierro y cobre)".
Por otra parte, este tipo de producción industrial de cerdos a gran escala emite malos olores y ruido, "además de afectar la calidad del paisaje, es decir, la armonía y la belleza naturales debido a que disminuye la diversidad de la vegetación por la presencia de infraestructura atípica de la selva", señalan desde Greenpeace.
Estas características, subrayan sus críticos, vuelven a esta forma de producción una actividad que atenta contra el bienestar de los animales, el ambiente, la biodiversidad y la calidad de vida de las comunidades cercanas, así como aumentan los efectos negativos del cambio climático por su generación de gases de efecto invernadero.
Estas industrias son propiedad de cuatro grandes empresas que concentran la mayor cantidad de hembras productoras: la mencionada Kekén ocupa el primer lugar, le siguen Granjas Carroll de México (Grupo Carroll); Promotora comercial Alpro (Agroindustrial del Noreste) y Kowi Foods.
El 45% de esta actividad en la península maya está ubicado en zonas selva seca, con particular impacto en la selva mediana caducifolia y subcaducifolia de Yucatán.