"Tenemos algunos brotes en colectivos vulnerables, fundamentalmente en personas inmigrantes y centros de acogida", explicó este jueves Fernando Simón, director del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad.
España acumula 44 brotes reconocidos oficialmente por las autoridades sanitarias desde el inicio de la desescalada del confinamiento, de los cuales al menos 18 todavía están activos.
Sin embargo, destaca especialmente la proliferación de brotes entre personas vulnerables, sobre todo entre migrantes en centros de acogida y explotaciones agrícolas, donde el trabajador sin papeles es carne de cañón, mano de obra barata sin herramientas legales para protegerse de los abusos.
Este jueves 25 fue detectado un brote con hasta 89 positivos en un centro de acogida de la Cruz Roja en Málaga, a poco más de una hora en coche de Algeciras, donde dos albergues municipales dedicados a dar cobijo a personas vulnerables fueron aislados tras registrar 22 casos.
Actualmente el mayor brote de España está localizado en la región de Aragón, donde se registraron 250 casos relacionados con una empresa hortofrutícola.
Un cariz similar tienen los brotes surgidos en la provincia catalana de Lleida, que mantiene aisladas a 42 personas en hoteles tras un brote entre siete temporeros, a los que hay que sumar otros 24 casos positivos en una granja.
¿Por qué en el campo?
La concentración de casos en el ámbito del trabajo agrario es especialmente llamativa, sobre todo a la vista de que al menos teóricamente en los espacios abiertos el riesgo de transmisión del virus es menor. Entonces, ¿por qué no paran de surgir brotes en este entorno?
"Nuestras investigaciones indican que en España unas 15.000 personas viven en asentamientos chabolistas junto a explotaciones agrarias. Se trata de población en mayor parte migrante que vive situaciones de gran precariedad, sin una vivienda digna y sin acceso a condiciones de higiene, sin agua, lo que les convierte en altamente vulnerables al COVID-19", explica a Sputnik el portavoz de la EAPN.
Añade Segura que "esta realidad es intolerable para una sociedad como la española. No podemos permitir que en nuestro país haya seres humanos viviendo en esas condiciones".
El Relator Especial de la ONU sobre pobreza extrema y derechos humanos, Philip Alston, ya llamó la atención sobre la existencia de estos asentamientos el pasado mes de febrero.
En un informe elaborado tras recorrer el país, Alston decía haber quedado "pasmado" por la situación de los recolectores de fresa en Huelva, tratados "como animales".
"La situación de los recolectores de la fresa en Huelva es peor que en un campo de refugiados", rezaba el informe.
Es decir, el entorno dramático e insalubre en el que miles de personas se ven obligadas a vivir en España ya era una realidad antes de la pandemia, aunque ahora la crisis sanitaria urge a buscar soluciones para contener la expansión de la enfermedad.
Regulariazción
Para alejar a las personas migrantes sin papeles de estos entornos insalubres y proteger al conjunto de la población de los contagios por coronavirus, los expertos sobre inclusión destacan la importancia de permitir su acceso a los sistemas de protección social.
Además, la medida estrella del Gobierno español para contener la crisis social, la instauración de un Ingreso Mínimo Vital (IMV), tampoco ofrece cobertura a los migrantes irregulares.
Según explica a Sputnik Lara Contreras, portavoz de Oxfam Intermon, para recibir el IMV es necesario tener la residencia en España durante un año, lo que a su vez implica tener que haber vivido en el país tres años con anterioridad.
"Se deja fuera a una gran parte de población que, además, ha sido esencial para la sociedad durante la pandemia", señala, subrayando que muchos jornaleros siguieron trabajando durante la crisis sanitaria o que los trabajos relacionados con los cuidados recaen, sobre todo, en las espaldas de mujeres migrantes sin papeles.
"Los trabajadores inmigrantes han estado ahí para nosotros, proveyendo alimentos y cuidando de las personas que necesitaban. Todas estas personas aportan un gran valor social y generan riqueza", añade.
Por todo ello, a ojos de Contreras la puesta en marcha de un proceso de regularización masiva con motivo de la pandemia no solo respondería a motivos humanitarios e incluso sanitarios, sino que tendría sentido desde el punto de vista económico.
En un sentido similar se expresa Juan Antonio Segura, destacando que "si no hubiera sido por la población inmigrante, difícilmente hubiéramos tenido en esta pandemia el abastecimiento que hemos tenido en nuestros supermercados".
No obstante, también pone el foco sobre que los motivos económicos no deben ser el primer factor a tener en cuenta a la hora de ofrecer unas condiciones de vida digna a la gente.
"Necesitamos de esa población inmigrante en nuestra estructura productiva, pero sobre todo necesitamos que estén en condiciones de dignidad", señala antes de concluir que "no podemos pensar que la inmigración es solamente un factor económico. Si no, volveremos a lo que describía Max Frisch en los 60 cuando decía aquello de 'pedimos mano de obra y nos vinieron personas'".