Sofía trabajaba desde hace medio año en el hogar de una familia en Miraflores, distrito de clase alta en Lima, cocinando, limpiando, restaurando el orden de las cosas luego de aprender la ubicación correcta de cada una. No desea nombrar a quienes la emplearon, pero sí protesta por lo que, cuando llegó la pandemia, le propusieron como alternativas en una dura elección.
"Me dijeron que eligiera entre quedarme en la casa porque si salía, ya no podía volver por temor a que meta el virus. Y si salía para ver a mi familia, entonces me quedaba sin trabajo. Elegí quedarme, necesitaba la plata", dice la joven, nacida en el departamento andino de Junín (centro) y quien vive con su pareja y su hija de 2 años en el populoso distrito limeño de Comas.
Trabajar en los márgenes
Con el tiempo, y a medida que empeoraba la crisis, surgió una nueva noticia: sus empleadores le dijeron que ya no podían pagarle los 1.000 soles mensuales (295 dólares) sino solo 500 soles (147,5 dólares). Sus jefes se habían quedado sin trabajo y para ella ese dinero insuficiente le sonó claramente a un "tómalo o déjalo". Sofía decidió dejarlo, había pasado un mes sin ver su hija y eso era algo que no podía soportar.
"Antes de la pandemia nuestra situación ya era precaria porque tenemos una ley actual discriminatoria, la 27.986 (Ley de los Trabajadores del Hogar), que recorta derechos fundamentales laborales como vacaciones, gratificaciones; además permite el contrato verbal y no tenemos derecho a un sueldo mínimo vital", dice a Sputnik la secretaria general de la Federación Nacional Trabajadoras y Trabajadores del Hogar del Perú (Fenttrahop), Leddy Mozombite.
Ella denuncia que el Estado, en apego a la suscripción del Convenio Sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo en 2011, está obligado a dar leyes que resguarden a empleados que en Perú, y por cifras de la Fenttrahop, son en un 98% mujeres.
En el contexto de la pandemia del COVID-19, la representante de la Fenttrahop advierte que casos como el de Sofía se cuentan por miles, pero no es la única forma de "atropello" que sufre este sector laboral conformado, según cifras de la organización, por cerca de medio millón de personas.
Trabajo duro, muy poca paga
"Hay muchas trabajadoras que no tienen donde ir, no tienen familia en Lima porque son de provincias y nos les ha quedado otra que quedarse en las casas de sus empleadores, con menos paga, pero con más trabajo pues la familia está el día entero (en la vivienda por el confinamiento) y muchas veces con más gente que han traído. Al final las chicas están trabajando 12 o 15 horas diarias", protesta Mozombite.
Sofía, por su parte, quisiera volver a trabajar, pero lo ve poco probable. No está dispuesta a encerrarse en una casa sin ver a su niña y piensa que no hay nadie que vaya a entenderla y ayudarla en su realidad complicada. El futuro incierto es un castigo más fuerte para algunos que para otros en estos tiempos surrealistas. Parece que a ella le queda claro.