Justo cuando el Ejecutivo y el Legislativo parecían ponerse de acuerdo para reabrir de forma gradual la economía, paralizada hace dos meses en virtud de la lucha contra el coronavirus, Amanda inundó al país con lluvias, deslaves y crecidas de ríos.
"Es en los tiempos más difíciles, donde se pone a prueba la fe", escribió Bukele en Twitter, a raíz del nuevo escollo en una gestión iniciada el 1 de junio de 2019 con altas expectativas y una popularidad sin precedentes.
Su triunfo electoral cerró casi tres décadas gobernadas por los partidos que polarizaron al país tras los Acuerdos de Paz de 1992:
- la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena);
- el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda).
El joven candidato capitalizó a un electorado que desconfiaba de Arena y se decepcionó del FMLN, y se impuso en primera vuelta de unas elecciones en las que participó menos de la mitad de la población registrada, y que apostó por algo diferente.
Al expublicista de 38 años de edad le ha tocado gobernar con un mínimo apoyo legislativo, pues solo 10 de los 84 diputados son del partido que le permitió contender por la presidencia, la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA, derecha).
Aciertos
"Nuestro país es como un niño enfermo, nos toca ahora cuidarlo, nos toca ahora tomar un poco de medicina amarga", afirmó Bukele al tomar posesión, cuando se desligó de izquierdas y derechas, e invitó a la ciudadanía "a empujar hacia adelante".
La escritora Nayda Acevedo, consultora en políticas públicas y derechos humanos, estimó que aquel día Bukele fue coherente con su estrategia de campaña, y destacó su narrativa y el uso de simbolismos, una constante en su mediática gestión.
En diálogo con Sputnik, Acevedo reseñó entre los principales aciertos de este primer año:
- La reducción de los homicidios;
- Los avances en gobernanza;
- El mantenimiento de las relaciones diplomáticos con China;
- La ampliación por otro año del Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) para los migrantes salvadoreños en Estados Unidos.
El mandatario implementó además el plan Control Territorial, dirigido a incrementar la presencia estatal en zonas dominadas por las "maras" (pandillas).
Según datos de la Policía Nacional Civil (PNC), hasta el pasado 10 de mayo El Salvador registraba una media diaria de 2,5 homicidios, casi cuatro veces menos que en igual período de 2019.
La otra cara
Por el contrario, diversos actores de la sociedad civil y defensores de los derechos humanos están preocupados por lo que consideran visos de autoritarismo en el mandatario.
En su balance sobre este primer año de gestión, la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) señala "tendencias antidemocráticas" en Bukele, acentuadas tras su orden de militarizar el Parlamento en febrero pasado, como medida de presión.
"Si Bukele continúa por el mismo camino, se graduará muy pronto de caudillo. Tenemos la obligación de hacer todo lo posible por evitar que El Salvador se convierta en otra dictadura latinoamericana", advirtió entonces José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch.
La prometida "medicina amarga" comenzó con el despido masivo de funcionarios y el cierre de programas sociales, y prosiguió con el nombramiento de familiares y allegados en puestos claves y sus ataques en redes sociales a rivales políticos y medios críticos.
El desafío del COVID-19
En plena crisis por la ocupación militar de la Asamblea Legislativa, Bukele adoptó medidas urgentes para demorar el ingreso del COVID-19 al país.
También decretó:
- La protección de los grupos más vulnerables (adultos mayores de 60 años, embarazadas y personas con enfermedades de base);
- La entrega de un bono y alimentos a quienes perdieron su fuente de ingreso por la pandemia.
Sin embargo, el presidente fue acusado de:
- Improvisar;
- Imponer un régimen de excepción innecesario;
- Darle luz verde a las fuerzas del orden para hacer cumplir la cuarentena;
- Arreciar sus ataques contra toda oposición.