A tal punto calzan las palabras del pensador germano para la manera en que el Gobierno de Alberto Fernández ha encarado el tema de la deuda, que el país sudamericano incurrió en el impago de unos bonos sin que le tiemble el pulso y, sobre todo, sin que los acreedores hayan escarmentado su osadía haciendo de su mercado financiero un infierno.
Sin una respuesta favorable de la mayoría de los bonistas, el Gobierno se mantuvo firme en su propuesta, sin torcer el brazo pese a que asomaba por el horizonte la fecha aparentemente fatídica del 22 de mayo, día en que vencían los intereses de unos bonos globales por más de 503 millones de dólares. Aquel día pasó, y Argentina no sólo no pagó, sino que extendió la vigencia de su oferta al 2 de junio, como si aquella falta en sus obligaciones fuera un asunto menor.
Y así lo han tomado los mercados. El riesgo país, que mide la tasa a la que se puede financiar un país en los circuitos financieros internacionales, bajó el lunes 25 de mayo 8,9% y se asentó en los 2.500 puntos, un nivel perturbadoramente elevado pero lejos de los 4.500 puntos que en un delirio alcanzó el pasado 24 de marzo.
Default acordado
Esto sucede cuando el país habría caído en un cese de pagos selectivo, o como lo define para Sputnik el economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas para el Desarrollo (FIDE), Nicolás Zeolla, un "default acordado".
Se trata, según el especialista, "de un acuerdo común al que ha llegado el Gobierno en este proceso con los acreedores a la espera de que la oferta inicial sea mejorada, aunque todavía no se sepa en qué magnitud".
La actitud de continuar las conversaciones sin haber pagado el primer vencimiento de deuda "deja claro a los acreedores que esta negociación tiene pocos márgenes para mejorar su propuesta, porque el estado de la economía es delicado, y por lo tanto la postura es firme a fin de conseguir que a mediano plazo sea sostenible y pueda ser pagable", añade el economista.
"Si el Gobierno espera mejorar su oferta inicial, entonces el valor bonos tiende a subir, no a bajar, por eso es un default acordado", observa el especialista.
El país consigue así no sólo mejorar el escenario del que partía, sino que además recupera parte del desgaste que tuvieron sus activos desde que el anterior Gobierno, presidido por Mauricio Macri (2015-2019), firmó en 2018 un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para concederle 56.300 millones de dólares.
Por entonces, "los bonos incursionaron en un proceso de deterioro que no se frenó y se aceleró desde la derrota de Macri en las elecciones, pues era el candidato del mercado", explica el economista jefe de la FIDE.
Argentina es hoy el país más endeudado en dólares en América Latina. La deuda bruta pasó de representar 52,6% del PIB en 2015 a dispararse a 89,4% en 2019, de acuerdo al Ministerio de Economía. Por eso el fantasma de la deuda todavía acecha, pues la experiencia indica que las reestructuraciones exitosas del pasado pueden malograrse. Además queda pendiente el préstamo con el FMI, otra soga al cuello de una nación que, no obstante, se muestra serena en su intento de soltar la lazada.