Argentina vivió un día insólito en medio de las restricciones oficiales por la pandemia de COVID-19. Miles de adultos mayores, la población más vulnerable a la enfermedad causada por el coronavirus, tuvieron que hacer filas durante horas entre tumultos de gente.
El Gobierno anunció la apertura de las entidades bancarias limitando su atención a jubilados y pensionados y quienes reciben asignaciones familiares y otros subsidios, sin anticiparse al inmenso caudal de personas que acudirían en simultáneo, una decisión desorganizada que resulta inentendible considerando el decreto de aislamiento obligatorio y preventivo.
Las colas afuera de las entidades comenzaron a formarse desde la madrugada, con ancianos acampando en el frío de la noche, una imagen inexplicable que contradice los esfuerzos por cuidar a los más vulnerables.
Horas más tarde, las formaciones llegaban a prolongarse por largas cuadras en algunos locales del conurbano bonaerense, la zona más densamente poblada del país, y las ciudades provinciales, y no fueron pocos los casos de personas que se descompensaron así como las aglomeraciones descontroladas.
Si se suman los jubilados, pensionados, quienes cobran la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros subsidios, la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) le deposita mensualmente a unas 18 millones de personas. Pero existen alrededor de 4.600 bancos en el país y la menor parte ofrece este servicio.
El Gobierno anunció que la atención bancaria se extiende durante el fin de semana y demandó a las sucursales tomar las medidas de contención necesarias para asegurar el distanciamiento de metro y medio entre los formados y la limitación al 50 % de la capacidad dentro de los locales.