El presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, en calidad de anfitrión, y ante la ausencia de la canciller, Angela Merkel, ofreció un discurso de inauguración donde señaló a Francia al decir lo siguiente: "Si queremos mantener unida esta Europa con seguridad, no nos basta con reforzar a la Unión Europea sino que tenemos que seguir invirtiendo en los lazos transatlánticos".
Más tarde le tocó el turno al presidente galo, Emmanuel Macron, invitado estrella de la cita, que reunió durante tres días a 35 jefes de Estado entre más de 500 políticos, altos funcionarios y espías. Macron apuntó sin rubor a Berlín.
"No pretendo marcar los pasos de Merkel y tampoco quiero yo ser dirigido por ella, pero así como la unión de Francia y Alemania no es suficiente en una Europa de 27, sin Francia y Alemania se bloquea todo", enfatizó.
Macron estaba certificando el declive del Viejo Continente y de la Alianza Atlántica cuando destacó que "la clave de la defensa de Europa está en Europa y no en las relaciones transatlánticas".
En otras palabras, los mensajes de Steinmeier y Macron chocan frontalmente en cuanto al papel de Estados Unidos se refiere. Y no son los únicos.
Reclamos a todos
El jefe del Estado germano tiró de las orejas a la Casa Blanca cuando puso en duda el compromiso de Washington con el multilateralismo. El político perteneciente al Partido Socialdemócrata alemán (SPD) y ministro de Exteriores durante seis años con Merkel, fue extremadamente claro: "Estados Unidos, bajo su actual Gobierno, rechaza la idea misma de una comunidad internacional".
Steinmeier también criticó a Rusia y a China; a la primera por la anexión de Crimea, a la segunda por hostigar a sus minorías nacionales. Acusó a Washington, Moscú y Pekín de poner en peligro el orden internacional, alimentando la desconfianza y la inseguridad globales "con la competencia entre grandes potencias". Al mandatario estadounidense, Donald Trump, también le denunció por seguir su lema 'Hacer EEUU grande de nuevo' (Make America great again, en inglés) a expensas de vecinos y socios.
La máxima autoridad alemana recordó el llamado 'consenso de Múnich' de 2014, cuando los líderes alemanes afirmaron entonces que Berlín estaba dispuesto a asumir una mayor responsabilidad internacional. Dijo que ese consenso era de nuevo necesario en las actuales circunstancias.
"Europa es nuestro interés nacional más fuerte. Europa sigue siendo la única respuesta exitosa a nuestra historia", remarcó.
Nuevos tiempos
La 'westlessness', un neologismo inglés que vendría a significar el vacío de Occidente, marcó la agenda de las 56ª edición de la Conferencia de Seguridad de Múnich, fundada en 1963 por Ewald-Heinrich von Kleist-Schmenzin, un exoficial de la Wehrmacht que participó en un intento fallido de asesinar a Adolf Hitler. La Conferencia surgió entonces con el objetivo de reunir a expertos para debatir el estado de la OTAN y las relaciones entre las dos orillas del Atlántico.
Con el paso del tiempo, la reunión anual se convirtió en un acontecimiento global que tiene como escenario el hotel Bayerisch Hof. Precisamente en este foro, en 2007, el presidente ruso, Vladimir Putin, criticó a Estados Unidos por haber sobrepasado sus límites en todas las esferas.
Todo este sentir refleja una crisis de identidad, reforzada por la obvia esquizofrenia política entre Berlín y París, una complicada situación que impide avanzar a la UE en el camino de las reformas, una situación que corre el riesgo de hacerse crónica. Y a este panorama de inacción y parálisis se suma un gran escepticismo continental tras el prolongado proceso del Brexit, un sentimiento azuzado por el fuerte crecimiento de movimientos nacionalistas e 'iliberales' en Francia, Italia, España, Hungría y otros Estados comunitarios. Europa debe sentarse en el diván del psiquiatra para buscar su identidad y su propósito vital. Debe hablar menos y actuar más si no quiere perder su envergadura.
Otra Europa
En esta turbulenta etapa pos-Brexit, el propio Macron reforzó su flanco más oriental. Tras una reciente visita a Varsovia, posicionó a Polonia en el grupo de liderazgo para transformar la UE y afrontar los nuevos retos que se avecinan. Esa decisión no gustó nada en absoluto a España que se sintió desplazada y podría verse tentada a buscar alianzas mediterráneas (¿Italia?) o con países centroeuropeos más pequeños para defender así sus intereses agrícolas.
Están en entredicho la fortaleza y la influencia venideras del Viejo Continente. Josep Borrell, exministro español de Exteriores y flamante alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, defendió en el foro de Múnich la autonomía de la UE con unas palabras ciertamente elocuentes: "Europa tiene que desarrollar apetito de poder".
Y luego se enzarzó en un debate muy significativo con el ministro polaco de Exteriores, Jacek Czaputowicz, a propósito de sus diferentes prioridades en materia de política exterior. "Usted vive en libertad gracias al Vaticano y a Estados Unidos. Yo viví una dictadura durante 40 años [en España] gracias al Vaticano y a Estados Unidos. Así que no puedo decir que vea a Estados Unidos de la misma forma que usted". Esas dos concepciones radicalmente opuestas, forjadas por el curso de la historia, plantean un buen número de desafíos futuros.