Dos días después del revuelo en el Parlamento venezolano, en el aeropuerto de Maiquetía había más gente de lo habitual en la cola de migración para entrar al país. La mayoría llegaban del hemisferio norte y guardaban sus abrigos hechos un guruño en la mochila de mano. No hacían falta en el trópico caribeño y daba angustia solo de verlos. Hace tiempo que ni el wifi ni el aire acondicionado funcionan en el principal aeropuerto del país así que no solo sobraban los abrigos, también los calcetines de lana empezaban a picar.
Yo estoy mirando Twitter porque soy una periodista enferma y venía ansiosa en el avión pensando en qué habría pasado con la sesión de la Asamblea Nacional. La primera ordinaria del año 2020 y la primera con dos presidentes del Parlamento que se proclaman legítimos. Breaking asegurado.
La situación de Venezuela luego del 5 de enero
Lo sé. Tengo una imaginación poderosa. Y un workalcoholismo por encima de mis posibilidades. No es saludable y lucho contra ello (sin éxito).
La primera persona que me respondió a los whatsapp fue el novio de mi amiga Wendi, y me dijo algo sobre el valor del dólar y cómo se habían disparado los precios. De la Asamblea dijo que sabía poco. "Creo que llegó Guaidó y sacó al otro", me dijo. Y después, el siguiente mensaje: "pero yo no soy bueno en esto", y acompañó la frase con emojis con lágrimas en los ojos de risa, como disculpándose por no saber mucho sobre qué estarían haciendo los políticos del país.
En momentos como ese, se me va la cabeza completamente, y soy consciente solo tiempo después. Qué estrés innecesario. Qué dolores de cabeza prescindibles. Todos estaban tranquilos. La policía seguía sellando pasaportes a ritmo patrio caribeño (o sea, muy lento), los chicos delante de mí insistían en la conversación de las rumbas navideñas y el matrimonio de la señora impecable continuaba intercambiando recuerdos gastronómicos. ¿Qué me pasa?
En Venezuela pasan muchas cosas que creemos que van a cambiar el mundo. Rectifico. Que los periodistas y los políticos creemos que van a cambiar el mundo y nos retroalimentamos en nuestro microcosmos tóxico de las cosas que pensamos que son más importantes que nada en el planeta Tierra.
Cuando no sé cuánto tiempo después conseguí salir del aeropuerto con mi ansiedad por las nubes y ver a Javi, mi amigo y mi taxista preferido del mundo, lo primero que le pregunté después de felicitarle el año nuevo (por compromiso, porque yo habría ido directamente al grano) fue si había visto lo que había pasado en la Asamblea, como expectante ante la conversación intensa a la que pretendía dar pie. Por fin alguien con quien hablar del tema y soltar adrenalina y hacer elucubraciones cual analistas con superpoderes que saben lo que va a pasar no solo en los próximos días en un país convulso sino en los meses venideros del 2020. Qué más se necesita para ser feliz, ¿no?
Fin de la cita.
Le dije: "¿pero no has visto los vídeos que circulan en internet que demuestran que Guaidó no entró en la Asamblea porque no quiso? Los militares le dijeron que podía pasar pero, como iba con un diputado inhabilitado y a él (al diputado) no le permitían el paso… Gilberto Sojo, ¿sabes quién es? Pues entonces Guaidó dijo que, o entraban todos o ninguno, y entonces no entró. ¿No lo has visto? ¿En serio? ¿Qué piensas? ¿Qué crees que ha pasado de verdad? Dicen que es porque en realidad no tenía los votos". Y yo le miraba con los ojos tan abiertos que se habrían quedado completamente resecos de haber llevado las ventanillas del carro abiertas.
Lo pasaron muy bien. Allí tienen familia, un primo y unos tíos. Viajaron con el carro hasta la ciudad de Mérida y llevaron la gasolina desde Caracas así que no tuvieron ningún problema. "La gente está haciendo colas de tres días en las bombas (gasolineras) para echar gasolina. Es terrible allí, todo el negocio lo mueven las mafias. Mi primo pagó 15 dólares por una pimpina de cinco litros. Imagínate… ¡yo ni loco! ¡15 dólares!". En Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo certificadas del mundo, la gasolina está subsidiada por el gobierno y es tan barata que es prácticamente regalada. El precio es simbólico. Llenar un depósito de una camioneta 4x4 cuesta menos de cinco céntimos de dólar. Depende de la propina que decidas dejarle al bombero de turno.
El calor de La Guaira (nombre de la zona donde está el aeropuerto, a unos 30, 40 minutos de Caracas) fue un golpe de realidad, y lo que en otras ocasiones me sacaba un suspirito de agobio térmico, esta vez me provocó una sensación de confort tras dos semanas viviendo en invierno cubierta de ropa que ya no estoy acostumbrada a llevar.
El tráfico en Caracas era casi nulo. Parecía un día festivo y recordé que en Venezuela no vuelve la vida pos-Navidad hasta la segunda quincena del mes de enero. El ritmo en el país caribeño es particular y luchar contra él es hacer esfuerzos imposibles e innecesarios. Adaptarse a todo y tratar de hacerlo con el mejor humor posible es la principal cosa que uno debe interiorizar (y practicar) si quiere vivir aquí y permanecer cuerdo.
"Las playas están llenas", comentó Javi cuando me vio mirar por la ventana de esa manera. Me leyó el pensamiento. "Pero Caracas… Está vacía". Lo corroboré cuando llegué a mi barrio, cerca de un bulevar comercial que siempre está ajetreado y con multitud de comercios, restaurantes y cafeterías abiertas. Todo estaba muerto. Eché un vistazo rápido a las tiendas cercanas en las que suelo comprar comida o cosas para la casa: la charcutería cerrada, el "mercadito", menos mal, abierto; el "Cafetín" donde paso las horas pensando en unicornios, cerrado hasta nuevo aviso. Se escuchaba el silencio. Hasta los muchachos del estacionamiento del condominio parecían aletargados por el periodo vacacional. Bienvenida a casa.
"Bien, bien. Mucho frío", les respondí. "¿Y por aquí qué tal? ¿Alguna novedad?", pregunté con toda la intención del mundo. Quería saber si me contaban algo de la Asamblea o si, por el contrario, tal y como parecía, me responderían cualquier cosa de la rutina de esos días aburridos. Bingo. "Todo tranquilo licenciada".
Llevo dos días sondeando la calle haciendo una especie de prueba para saber cuánto sabe la gente de lo que está pasando con el Parlamento nacional. Y lo más importante. ¿Les importa?
Me fui al centro de Caracas, al epicentro de la noticia, muy cerca del Palacio Legislativo y paseé por sus calles aledañas, por la emblemática Plaza Bolívar y también por la Plaza del Venezolano, donde por las tardes la gente mayor se reúne para bailar salsa vieja. Estos días no vi a ningún bailarín por allí pero creo que es por lo mismo: por lo de las vacaciones.
La oposición venezolana según los ciudadanos de a pie
Jon Villalobos tiene 26 años y trabaja como técnico electricista. Le pregunté directamente cuando me lo crucé en una de esas calles del casco viejo caraqueño si sabía qué estaba pasando y qué opinaba al respecto. "Más de lo mismo. Un show político y al final no cambia nada". A Jon, que sí estaba bastante enterado de lo ocurrido el pasado 5 de enero en la Asamblea Nacional, le parece injusto lo que han hecho con Guaidó aunque no cree que nada nuevo vaya a pasar este año en Venezuela, sea quien sea el presidente del Legislativo.
Pedro Camargo es un señor mayor que habla muy bien y está muy bien informado. Le gusta la política y se nota. Es un señor jubilado de 66 años que los critica a todos. "Han perdido el norte de hacer política. Es una lucha. Es como decir que son caimanes del mismo caño, aunque eso no quiere decir que el gobierno lo esté haciendo bien".
Pedro está tomándose un café con un pan de guayaba (fruta típica del clima tropical) en una panadería a pocas cuadras de la mencionada Plaza Bolívar. Lo miro y pienso que esa es una de mis meriendas favoritas de mis gustos adquiridos en Venezuela. Y por eso empezamos a hablar. Él cree que la división de la oposición viene por intereses económicos: "No han sabido repartirse bien el dinero que les llega desde fuera (EEUU y las ONG) y por eso se están matando entre ellos".
Estos días también se hacía viral Guaidó juramentando su cargo como presidente en la sede de un periódico nacional y enseñando su traje azul eléctrico roto "a manos de los guardias". Hoy nadie dice nada en redes porque la tendencia no es Venezuela sino que los Duques de Sussex quieren independizarse de la realeza británica y el mundo está pendiente de la reacción severa de su familia, que parece ser que no se lo esperaba y se han enterado por los medios.
Hagamos una prueba. Respondan lo primero que les venga a la mente y por supuesto no vale mirarlo en Google. ¿Qué pasó en Venezuela el pasado 23 de enero, año 2019? Somos una fábrica de sueños.