En una entrevista a Sputnik y RT ha hablado sobre su vida y sobre lo que le ayudó a pasar por este período tan duro.
"Tengo la sensación de que toda mi vida está dividida en dos. Todo parece haberle pasado a alguien pero de alguna manera no a mí", comentó Bútina a propósito de su apresamiento. Destacó que en la prisión estadounidense hay esclavitud porque no puedes negarte a trabajar, aunque el trabajo se paga con un salario muy bajo.
"El país puede ser juzgado por la forma en que trata a sus prisioneros. Estados Unidos los trata muy mal, y ni hablar de los prisioneros extranjeros", agrega.
Los deseos de María tras volver a casa
En la cárcel, cada jueves era día de pollo y los encarcelados luchaban por los trozos de carne porque era la única carne real que recibían durante toda la semana y porque las patas de pollo son pequeñas.
"Por eso, le dije a mi madre: 'Mamá, cuando llegue, por favor, agarra cinco pollos y hornéalos enteros. Con ajo, como debe ser. Me comeré los cinco'", dice Bútina. Además, faltaban plátanos, así que también le pidió que comprase.
Sobre las acusaciones falsas contra ella
"Una completa tontería. No me lo podía creer. Cuando vi los papeles de la Fiscalía, pensé que era una broma de mal gusto. Eran mis mensajes de Twitter con una mala traducción", relata la joven de 30 años.
"Debo haber sido una persona muy ingenua. Vivía con la ilusión de que vivía en un Estado de derecho", continúa. Ha visto todo tipo de artículos desagradables sobre sí en la prensa, pero se ha reído de ellos porque sabía que eran absurdos, dice a Sputnik.
Sobre el juzgado en EEUU
"¿Me presionaron? Claro que sí. Por supuesto. Diez días antes de que confesara mi culpabilidad, me volvieron a poner en aislamiento. Fue intencionado. Lo hicieron para destrozarme. Para convencerme de que tenía que entregarles todos los secretos. Solo que yo no conocía ninguno de esos secretos", asegura la rusa.
Dice que basta con echar un vistazo a las estadísticas: entre el 98% y el 99% de los sospechosos detenidos en Estados Unidos reconoce su culpabilidad porque es imposible ganar en un jurado.
"Si me hubieran ofrecido un tribunal internacional independiente con personas de diferentes países examinando mi caso objetivamente, habría luchado hasta el final", dice Bútina.
Sobre las condiciones en la prisión
"Estás en confinamiento solitario. No tienes contacto con la gente. Se te da una bandeja para comer durante diez minutos y luego te la quitan. Solo te dejan salir por la noche para que no puedas hablar con nadie. Tenía tiempo libre desde la 1:00 hasta las 3:00 de la noche", revela.
"Si estás sentada, lees o escribes, tiemblas de frío. Tienes las manos heladas. En mi cumpleaños, cuando cumplí 30 años, veía solo una pared de ladrillo rojo desde la ventana", dice Bútina.
Luego la trasladaron a otro departamento donde estaban los acusados por delitos de abusos. Es decir, empeoraron sus condiciones. Si solía tener una ventanilla para la comida, más tarde la trasladaron a un lugar sin una, relata a Sputnik.
No la dejaron pasear ni salir a la calle. Podía ir al gimnasio, que era una "sucia cancha de baloncesto vacía", opina. "Para no volverte loco, debes tener un plan muy estricto. Cada hora tienes que estar ocupada en algo. Tan pronto como te permites relajarte y pensar, el cerebro comienza a sabotearte: te preguntas qué pasaría si eso o aquello", continúa.
Sobre el maltrato en la prisión
Según Bútina, el personal en la cárcel era muy diferente. Había quien mostraba compasión y había quien no.
"Disponía de mucha literatura espiritual, así que me puse una tarea: primero estudié iconografía. Me encanta el arte. Por la noche leía literatura clásica", relata Bútina a propósito de su tiempo libre en la cárcel.
Lo que más le apoyaba era tener "fe en Dios y en la oración" y su convicción de que "Dios es justo": "Allí encontré la fe. Me di cuenta de lo importante que era. Es probablemente lo más importante en nuestras vidas".
Sobre la sentencia
La sentencia fue un gran golpe para la chica, ya que esperaba ser liberada y, en lugar de eso, fue condenada a 18 meses de prisión.
"Recuerdo cómo volví a mi departamento y que todo el mundo estaba viendo las noticias. Tanto los guardias como las demás prisioneras me trataban bien. Las chicas se me acercaron y empezaron a abrazarme: 'No pasa nada, lo superaremos'. Llamé a mi madre. No podía decir nada porque no podía dejar de llorar. Y mi madre me dijo: '¡Vamos, aguanta! Lo superaremos'".
A Bútina se la redujeron por su educación y por su buen comportamiento: no cometió una sola ofensa, hacía deporte y trabajaba. Perdió en salud, pero luego la recuperó haciendo deporte.
Opina que "la gente va a Occidente como una mariposa al fuego".
"Cada país tiene sus propios problemas. El único punto de referencia que debemos tener en la vida es la fe en Dios. Y quizás deberíamos cambiar el mundo que nos rodea. Me di cuenta de eso", confiesa.
La chica reconoce que siente que recae sobre ella cierta responsabilidad. Antes de su encarcelación podría haber dicho e inventado cualquier cosa, dice. Y ahora y al estar en el centro de todas las miradas, "lo peor es cometer un error".