Los viejos creyentes son cristianos ortodoxos partidarios de la vieja liturgia, muy conservadores y se adhieren a una conducta moral estricta. Los viejos creyentes contemporáneos que viven en el extranjero son hijos y nietos de los que habitaban el Lejano Oriente ruso y que tuvieron que huir de las persecuciones por parte de las autoridades de la URSS.
Primero, los viejos creyentes huyeron a China, vivieron allí y atravesaron el país entero hasta que llegaran a Hong Kong. Con el apoyo de la Cruz Roja en los años 1955 y 1956 algunos de los viejos creyentes cruzaron el Océano Pacífico, arribaron a las costas de América Latina y luego se trasladaron al estado de Paraná, en Brasil. Otros se asentaron en Argentina, Bolivia, Uruguay y otros países.
Si bien los colonos rusos han vivido rodeados por una cultura diferente, lograron preservar sus costumbres, su idioma, su religión y su legado.
"Logramos preservarlo todo gracias a nuestra fe. Lo hemos conseguido porque para nosotros es importante no cambiar", pronunció Anufriev.
Con el apoyo de las autoridades de Brasil los viejos creyentes lograron plantar soja, maíz y otros cultivos en decenas de miles de hectáreas de la tierra poco arable. América del Sur se convirtió en la nueva patria para varias generaciones de los viejos creyentes. Agripina Anufriev recuerda que pese a las diferencias culturales, los lugareños se llevaron muy bien con los colonos rusos.
Regreso a la patria
Hoy en día en el estado brasileño de Paraná viven unas 30 familias de viejos creyentes y algunas de ellas barajan mudarse a Rusia, hay incluso los que ya visitaron el Lejano Oriente ruso y tienen planes de regresar a la tierra de sus ancestros.
El regreso a Rusia se hizo posible gracias al programa del Gobierno ruso para el desarrollo del Lejano Oriente. Las autoridades crearon la Agencia para el Desarrollo del Capital Humano que facilita la mudanza de los rusos que viven en el extranjero a dicha región.
Agripina Anufriev aprovechó la oportunidad y decidió regresar a Rusia con su hijo Damián. En diciembre del 2018 cruzó la mitad del planeta para llegar a la ciudad de Svobodni, en la región de Amur, donde a partir del 2016 vive una comunidad de los viejos creyentes provenientes de América Latina.
"Cuando vinimos a Rusia hubo ciertos problemas con los documentos, pero en general nos recibieron muy bien. Los lugareños han sido muy amigables y ni siquiera esperábamos una bienvenida tan cálida. Tenemos una relación muy estrecha con ellos, nos ayudan y nos protegen", declaró.
En Brasil, Agripina y su madre Anna tenían una granja de 50 vacas y su propia quesería que producía más de 2 toneladas de queso al mes. Cuando Anufriev y su hijo llegaron a la Federación de Rusia decidieron seguir con la costumbre familiar y volvieron a producir queso y otros productos lácteos.
Tierra gratuita
En Rusia los Anufriev recibieron gratis una parcela de dos hectáreas. Esto fue posible gracias al programa del Gobierno ruso que entrega parcelas gratuitas a todos los que se mudan al Lejano Oriente.
Cada uno de los miembros de la familia que se traslada a la región recibe una hectárea. Es decir, una familia de siete personas obtiene una parcela de siete hectáreas. Muchos viejos creyentes de América Latina, que suelen tener familias grandes, ya aprovecharon esta oferta.
En su nueva granja la familia Anufriev prevé construir una casa, una fábrica de queso y aumentar la cantidad de vacas a 100. El queso que producen los Anufriev es muy popular. Solo unos meses después de que la familia se mudara a Rusia, la cantidad de pedidos era tan grande que tuvieron que adquirir leche de otros miembros de la comunidad de viejos creyentes en la región de Amur.
"Me alegro de que la demanda de mis quesos aumente. La gente prueba mi producción y les gusta mucho y esto es precisamente lo que hace crecer la demanda. Espero que con el paso de tiempo yo logre producir la misma cantidad de queso que fabricaba en Brasil", indicó.
Hoy en día Agripina Anufriev vende sus quesos en diferentes ciudades de la región de Amur. Esta semana ella misma exhibe su producción en las márgenes del Foro Económico Oriental que se celebra en la ciudad de Vladivostok, en el Lejano Oriente ruso.
Hogar dulce hogar
Ha pasado menos de un año después de que Anufriev se mudara a Rusia, pero admite que ya se siente en casa. En agosto del 2019 recibió la ciudadanía rusa y hoy afirma que en ninguna ocasión se arrepintió de su decisión porque, agrega, sabe que cuenta con la ayuda de la Agencia rusa para el Desarrollo del Capital Humano.
"El apoyo de la gente de la agencia es muy importante. Siempre están dispuestos a ayudar. Si necesitas algo, simplemente puedes llamarles y te echarán una mano como si fueran alguien de tu familia. Siempre están listos para explicarte cualquier cosa. Siento aquí una acogida cordial", subraya.
Anufriev se sincera y dice que ama todo lo que está vinculado con Brasil porque nació y creció allí, pero al mismo tiempo ahora que vive en la región de Amur considera que su patria ya es Rusia.