Desde la reforma de la Iglesia ortodoxa rusa a mediados del siglo XVII, la comunidad de viejos creyentes —como los llamaron los reformistas eclesiásticos— se ha visto perseguida por las autoridades y forzada durante siglos a vivir en la clandestinidad para luego a escapar del país. China, Alaska, Bolivia, Brasil o Uruguay son solo algunas de las tierras donde esta comunidad logró encontrar refugio y asentarse. Muchos nacieron y murieron fuera de Rusia, pero supieron conservar su identidad, cultura e idioma y siempre añoraron volver a su patria histórica.
Hoy en día son cada vez más las familias de viejos creyentes y comunidades enteras que regresan al país acogiéndose al programa de repatriación voluntaria impulsado por el Gobierno ruso, bajo el cual se brinda asistencia legal y ayuda económica tanto a los ciudadanos del país como a sus descendientes.
En 2017, Vladímir Putin se convirtió en el primer jefe de Estado ruso en 350 años en recibir al líder de los viejos creyentes, el metropolitano Corneli, y prometió entonces que su Gobierno haría todo lo posible para auxiliar a esta antigua comunidad cristiana. La aplicación en 2016 de la ley que le brinda a cada ciudadano ruso el derecho a ocupar una hectárea de tierra en el oriente del país no hizo más que acelerar el proceso.
Este ha sido el caso de una comunidad que encontró su nuevo hogar en Dersu, un pequeño pueblo en el Lejano Oriente ruso. Desde que regresaron de Bolivia a Rusia en 2017, a los nuevos pobladores se les asignaron tierras y, gracias a la mediación del metropolitano Corneli, la compañía Rosneft les ofreció una línea de crédito para la adquisición de maquinaria agrícola y todo lo necesario para sus labores.
Los miembros de la comunidad de Dersu ahora tienen a su disposición un tractor, una sembradora, una cosechadora y una segadora para la soja.
"Estos campos no han sido trabajados durante mucho tiempo y están ocupados por la maleza, arbustos y pequeños bosques. Aún hay mucha mala hierba. Como decimos nosotros, la tierra aquí está sin control alguno. Pero con estas máquinas nosotros la recuperaremos y acomodaremos rápido", dice Ulián Murachev, el líder de la comunidad.
En un terreno de dos hectáreas se hizo la primera cosecha de prueba y se lograron obtener 40 quintales métricos de trigo. El líder de la comunidad destacó que gracias a la nueva maquinaria se reduce al mínimo el porcentaje de cultivo perdido durante la cosecha y el procesamiento. A pesar de los problemas iniciales con la mala hierba y la alta humedad del grano, el trigo recogido por la nueva cosechadora prácticamente no trae maleza.
Además del trigo, los viejos creyentes cultivan soja, maíz, girasol y avena.
"No vamos a pronosticar nada sobre la cosecha, que sea como Dios quiera. Pero la soja creciendo nos es agradable a la vista, hemos sembrado 300 hectáreas de tierra. En nombre de los que vivimos en Dersu, quisiera agradecer a todos los que nos han ayudado durante este difícil tiempo y nos han dado la oportunidad de trabajar en nuestra propia tierra", afirma orgulloso Murachev.
Hoy en día en las regiones de Amur y Primorie ya viven unos 130 viejos creyentes que se han mudado al Lejano Oriente ruso desde América Latina. En la región opera la Agencia Para el Desarrollo del Capital Humano, que ofrece asistencia en el proceso de mudanza y adaptación, así como dos inspectores especializados en proteger los derechos de los viejos creyentes.