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La revolución silenciosa de un profesor en las plazas de Río de Janeiro

RÍO DE JANEIRO (Sputnik) — Dar clases de cualquier cosa a cualquiera que lo necesite y de forma gratuita es la idea sencilla y al mismo tiempo compleja que tuvo Silverio da Silva Morón, un ingeniero electricista de 65 años que unos meses atrás inventó el proyecto "Adopte un alumno", una revolución silenciosa que está cambiando la apariencia de algunas plazas de Río de Janeiro.
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El profesor Silverio, como lo llaman, recuerda en entrevista con Sputnik cómo se le ocurrió la idea: después de pasar 14 años dando clases particulares de repaso a varios estudiantes pensó en llevar esa práctica a un espacio mucho más democrático, la calle.

Así, un día de marzo de 2018 se sentó en una plaza del barrio de Botafogo cercana a dos colegios con un cartel que decía "Resuelvo dudas de matemáticas y física gratis".

Pasó dos días esperando en vano, hasta que un alumno se sentó a consultar unas dudas; una señora que pasaba por allí, Van Novaes, tomó una foto del profesor y el alumno recién llegado conversando en una mesa de cemento y la colgó en Facebook con la siguiente leyenda: "¿Qué decir de esta foto? Solo que llenó mi corazón de amor y esperanza".

La revolución silenciosa de un profesor en las plazas de Río de Janeiro

La imagen se hizo viral rápidamente y fue compartida más de 50.000 veces, y a partir de ese momento el proyecto ganó fuerza.

Los alumnos empezaron a aparecer en busca de las clases del profesor Silverio, quien aclara que el proyecto, que creció exponencialmente y ya cuenta con otros 50 profesores voluntarios, es muy abierto.

"Lo que hacemos aquí es la cosa más simple que hay, es sentarse aquí y compartir conocimiento; y no tienen por qué ser solo asignaturas de escuela, puede ser cualquier cosa; un mecánico, un fotógrafo, un electricista, un peluquero…", comenta, y recuerda que entre los alumnos hay desde niños de siete años hasta estudiantes de ingeniería.

La revolución silenciosa de un profesor en las plazas de Río de Janeiro

Muchos son adultos analfabetos, como doña Edna, de 86 años, que está aprendiendo a leer; Luiza, de 67 años, se forma para ingresar a la universidad y después de una vida dedicada al cuidado de niños, está pensando si hace diseño de moda.

"Este proyecto está haciendo que personas como yo volvamos a estudiar, yo sinceramente ya había perdido la esperanza", comenta Luiza a Sputnik.

La mujer resalta que la calidad del sistema educativo brasileño es tan precaria que incluso personas como ella, que cursó hasta la enseñanza secundaria, tienen dificultades para hacer las operaciones de cálculo más sencillas.

El profesor Silverio cree que la educación es la clave para resolver problemas enraizados en la ciudad, como la desigualdad y la violencia.

"Se habla mucho del desperdicio de agua, de energía, de alimentos (…) pero el mayor desperdicio que existe en una ciudad tan debilitada en la educación es el desperdicio de conocimiento", dice, animando a todo el mundo a participar.

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"Yo sé que esto es una gota en el océano, pero ya son 500 personas que están siendo ayudadas; ahora bien, ¿esto no puede multiplicarse? ¿Mañana no pueden ser 3.000? ¿un millón? ¿tres millones?", se pregunta ilusionado.

En realidad, el proyecto ha crecido tan rápido en tan poco tiempo que muchos de los que empezaron como alumnos ahora son profesores voluntarios.

Cuando habla de lo que lo llevó a dar clases en la calle, Silverio no puede evitar emocionarse al recordar a su padre, su "ídolo", un inmigrante español que falleció a los 88 años y del que dice haber aprendido todo.

"Él me enseñó la ciudadanía, que es lo que estamos haciendo aquí", dice.

El proyecto 'Adopte un alumn' no cuenta con patrocinios de empresas ni respaldo de organizaciones no gubernamentales ni de la administración pública.

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Silverio tampoco parece muy interesado en andar ese camino, prefiere que siga siendo una especie de cadena de favores.

Las clases gratuitas en las calles llegan justo en un momento de movilizaciones estudiantiles contra los recortes del Gobierno de Jair Bolsonaro a la educación pública, pero Silverio puntualiza que en las clases no se habla de política, y confiesa que no se siente muy cómodo con el adjetivo de "revolucionario" para definir lo que está haciendo.

"No me gusta mucho esa palabra, yo diría más bien que es una nueva cultura, un legado que podría dejar: imagínate si paso por aquí dentro de 10 años y veo una plaza en un barrio llena de personas estudiando, me va a dar una felicidad enorme", asegura.

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