El miliciano que bailaba salsa frente a la tarima de la plaza Lina Ron estalló de risa, al son del casino. Le dijo a la señora que había venido del Estado Carabobo que no se fuera y siguiera bailando, que Chávez también se mojó en aquel famoso cierre de campaña en 2012.
En ese momento, la lluvia torrencial no perdonó su presencia sobre la emblemática avenida Bolívar y todas las cámaras retrataron para siempre al presidente más poderoso. Fue la antesala de su propia historia permanente, que ya había comenzado a escribirse mucho antes de aquel fervor.
La señora del Estado Carabobo no se fue. Bailó con su remera y su gorra rojas junto al miliciano y junto a los compañeros con los que había venido en autobús a Caracas, cuatro horas de viaje de madrugada, para participar en esta marcha convocada por el Gobierno de Nicolás Maduro.
El motivo: defender algo que consideran muy suyo y una insignia de fortaleza de la Revolución Bolivariana en su peor momento de crisis y asedio. Los CLAP, que son varias cosas. Por un lado, cajas de comida subsidiadas por el gobierno que comenzaron a repartirse por el país en el año 2016.
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En aquel año se repartieron, según datos oficiales, 26.567.786 cajas. En 2019 ya se han repartido —a pesar del bloqueo de EEUU— 42.086.449 unidades. Actualmente, llegan a seis millones de familias que viven y sobreviven gracias a 'la caja'. No van a permitir que desaparezca.
Los CLAP también son sinónimo de organización popular frente a una guerra no convencional que lleva años atacando a un pueblo que se proclama aguerrido y valiente.
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"En nuestra comunidad nos hemos organizado en Unidades Populares de Defensa Integral", dice la señora de Carabobo. Se llama Maryuri, tiene 57 años y ha venido junto a su familia y vecinos y vecinas. "Todos los jefes de comunidad que repartimos el CLAP nos hemos comprometido con la resistencia revolucionaria en caso de cualquier eventualidad".
Cualquier eventualidad es un ataque extranjero. Una invasión. Una guerra convencional. Maryuri mide 1,50 pero cuenta que han comenzado a prepararse militarmente con entrenamientos de todo tipo, no solo con el uso de la fuerza y armas. También aprenden primeros auxilios médicos "para cualquier desastre que pueda suceder en nuestra patria". Termina de hablar y continúa bailando salsa con el miliciano de la sonrisa casino. Ha dejado de llover.
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Desde agosto de 2017, cuando Donald Trump impuso sus primeras medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela, EEUU ha dictado seis órdenes ejecutivas contra el país caribeño. Las últimas sanciones más relevantes, las del pasado 28 de Enero, fueron directamente contra Citgo, la filial de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) en el país norteamericano.
Unos 30.000 millones de dólares han quedado bloqueados y las consecuencias están comenzando a notarse. El 98% de las divisas que entran a Venezuela lo hacen a través de PDVSA. Con esas divisas, Venezuela importa alimentos como los que llegan en las cajas CLAP, que provenían en un principio de México y ahora están comenzando a ser sustituidos por productos de la industria nacional o de países aliados como Turquía o China.
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Las sanciones a Citgo no han sido la última batalla de la arremetida estadounidense contra Venezuela. El pasado mes de Mayo, el Gobierno de Donald Trump sancionó a diez de las 12 navieras que trasladaban alimentos a Venezuela. Recientemente, el magnate presidente ha amenazado con acabar directamente con los CLAP.
"Si se concretan las sanciones a los CLAP podríamos ver casi una disminución total al cero por ciento de la importación de las cajas que todavía están en tránsito", asegura Yomar España, Director General de Comunicaciones del Ministerio de Alimentación. "La solución es hacer una caja netamente nacional, de hecho, ya lo estamos haciendo en algunos estados como Guárico. La llamamos la caja CLAP 'soberana', completamente autónoma", agrega.
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El bloqueo a los alimentos se maneja en cifras complejas, porque es difícil entender con números qué significa dejar sin comer a seis millones de familias. En estos momentos, debido a las medidas coercitivas de EEUU están retenidos 1.200 millones de dólares que le pertenecen a Venezuela, destinados al pago de facturas de alimentos.
"Con ese dinero podríamos importar materia prima para la producción de alimentos o cajas CLAP completamente embaladas por más de dos meses", asegura España.
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Otra de las medidas que están causando más impacto del bloqueo económico a Venezuela es la prohibición de todas las transferencias internacionales con provisión de financiamiento que salgan del país caribeño o que vayan dirigidas a él. De esta manera, las transferencias internacionales para la compra de alimentos han pasado de realizarse en apenas 48 horas a entre 10 y 20 días. Eso, cuando logran hacerse, que no suele ser lo habitual.
Por su parte, las sanciones a los navieros que traían comida a Venezuela ha sido otra de las afectaciones más importantes hasta el momento. El promedio de espera de los buques desde que salían de su puerto de origen hasta que llegaban a Venezuela era de 45 días en 2017.
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La cifra pasó a 60 días en el 2018 y actualmente se encuentra en 147 días. Según datos oficiales que maneja el Ministerio de Alimentación, la distribución ha disminuido un 29% en comparación al mes de febrero.
La bajada en el nivel de distribución la corrobora José Rivero, jefe de la almacenadora Caracas, una de las tres entidades de su tipo que hay en la ciudad y hasta donde llegan diariamente unas 15.000 cajas CLAP provenientes del puerto venezolano de La Guaira, donde se realiza todo el proceso de embalaje.
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"Antes de las sanciones a los buques de carga estábamos consiguiendo el objetivo de repartir la caja cada 15 días entre las comunidades. Logramos una media de 17 días aproximadamente. Ahora las estamos repartiendo una vez al mes o un poco más, dependiendo de la zona", apunta.
Es primera hora de la mañana y la actividad es frenética en la almacenadora. Hay miles de cajas apiladas y decenas de trabajadores ordenando sus destinos.
"De este punto salen diariamente unas 12.000 cajas que repartimos por los diferentes municipios de la ciudad", asegura Rivero. "El CLAP es una herramienta fundamental de la Revolución porque es un muro de contención ante esta guerra económica que estamos afrontando".
El jefe de ese recinto escondido para la mayoría pero que trabaja sin descanso las 24 horas del día, los siete días de la semana, enseña lo que viene en una de las famosas cajas con diseño propio.
Empieza a sacar uno a uno los rubros: cinco paquetes de pasta, tres latas de atún, un kilo de azúcar, un kilo de leche en polvo, medio kilo de caraotas (frijoles negros), un litro de aceite, un kilo de lentejas, un kilo de arroz, medio kilo de harina de maíz y un bote de salsa de tomate.
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El costo total por todo son 6.000 bolívares soberanos. Menos de un dólar al cambio. En cualquier supermercado de la ciudad, todo eso costaría unos 100.000 bolívares, 20 dólares aproximadamente.
Imposible o demasiado costoso para la mayoría, en un país donde el salario mínimo mensual apenas alcanza los 7 dólares. Llama la atención que la mayoría de los productos que enseña Rivero son de producción nacional.
"Desde que Maduro lanzó el Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica en 2017, hemos puesto en marcha 79 industrias para producir alimentos de la cesta básica". Es un dato al que se refiere en su entrevista con Sputnik, Yomar España, el Director General de Comunicaciones del Ministerio de Alimentación.
El funcionario asegura creer en una Venezuela completamente autónoma en el futuro: "Para ello hemos puesto en marcha también el Plan Proteína Nacional y aspiramos a que en unos seis meses podamos ser completamente autosustentables", afirma.
Es un augurio atrevido porque no hay cifras oficiales al respecto, aunque la lucha sobre este punto es más que necesaria: la proteína es la gran ausente de la caja por motivos obvios.
Producirla intramuros ha comenzado a ser obligatorio para los venezolanos que desean acompañar la pasta con algo más que caraotas en su menú diario. La producción nacional agrícola y ganadera es hacia donde miran las comunidades que reciben el CLAP.
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Estos colectivos han comenzado a organizarse bajo los parámetros de una economía de guerra, cada vez más insistentes. Cada vez más conscientes de lo que puede llegar y seguramente llegará. Más bloqueo, más sanciones, menos importaciones, más aislamiento internacional salvo por los aliados tradicionales que ayudan en lo que pueden y no es poco.
Hasta la almacenadora llegan los voceros comunitarios del CLAP que recogen sus cajas en un camión, en un carro o en varios, y las llevan hasta su urbanismo. Carmen Mora hace las veces del suyo, ubicado en la Parroquia Santa Teresa, en pleno centro de Caracas.
Hasta el momento, "puntualmente" llegan —dice— "92 cajas CLAP para 92 familias". La suya es una de las beneficiadas. Tiene 39 años y vive con su esposo y sus cuatro hijos. Ella trabaja en la alcaldía de la ciudad pero —como a casi todos— el salario no le alcanza.
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"La caja para mí es un beneficio muy grande, porque si solo contase con mi sueldo o el de mi marido no podría comprar todo lo que necesito. Si compro pollo no podría comprar arroz, o si no, la harina. Es un gran beneficio para el bolsillo y por eso la gente tiene que saber que hay que apoyar a nuestro presidente Nicolás Maduro", afirmó.
"Si se va él, se va la caja. Con la oposición no tendríamos nada”, termina de hablar antes de volver al trabajo comunitario. En el edificio dejan clara su ideología revolucionaria. En la entrada hay posters de Chávez, Bolívar y Maduro encima de la mesita del café.
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Carmen y sus vecinas son chavistas, pero no lo son todos los que recogen la caja porque la necesidad de comer y ahorrar lo que se pueda no distingue de colores políticos, aunque las apariencias obliguen a esconder determinadas cosas.
En el este de la capital, zona de clase media alta y eminentemente opositora se ven cajas vacías tiradas en la calle o en las puertas de sus condominios y los camiones llegan discretos a ese reparto.
Recientemente, el portugués Novo Banco ha rechazado operaciones por el orden de 40 millones de dólares destinados a la importación de semillas y agroinsumos. El banco emiratí Noor Capital ha rechazado la transferencia de 90 millones de dólares provenientes del Plan Nacional de Siembra destinados a los mismos rubros.
"Pero los CLAP no van a desaparecer. Son una fortaleza indestructible de la Revolución". Es una frase manida, dicha de una u otra forma por todos los que están convencidos de este proyecto. A ellos se les cuestiona por el futuro de la caja. Que es mucho más que una caja de alimentos, porque también es un símbolo de lucha y organización popular.
En esta ocasión, la frase la dice casi sin darse cuenta, una de las vecinas que acompaña a Carmen mientras suben piso por piso las 92 cajas para sus 92 familias. Pero también se escuchó mucho en aquella marcha en apoyo a los CLAP que terminó en diluvio y con la que esta reportera comenzaba este reportaje.
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Bailando salsa casino al son del miliciano como si no importara nada más que contar los pasos calientes. ¿Acaso no es así?, parecía preguntar el 'milico' con su mirada chillona. Lo que parece es que todo está controlado, a pesar de los pesares, como cantaba el poeta de la esquina.