"Hemos pasado la página de la posguerra", afirmó el publicista de 37 años, quien gobernará con el partido que lo acogió cuando se le cerraron otras puertas, y en el que una vez afirmó que nunca militaría: la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), escisión de la oligárquica Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).
Aún así, con el 87,67% de las actas procesadas, GANA tenía 1.265.993 votos, para un irreversible 53,8%: más que los demás partidos juntos, incluida la coalición derechista de ARENA con los partidos Concertación Nacional, Demócrata Cristiano y Democracia Salvadoreña, y el gobernante Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda).
La celebración comenzó entre fuegos artificiales, paredes iluminadas del celeste partidista y expresiones de confianza en un futuro que Bukele prometió cambiar, aunque sin abundar en cómo planea hacerlo.
"De aquí al primero de junio, vamos a construir el mejor gobierno de la historia de nuestro país. A partir de ahora trabajaremos arduamente para construir el país que todos queremos, el país que todos soñamos y que deseamos", reiteró Bukele ante la multitud que atiborró el Centro Histórico de San Salvador.
Más que las virtudes de Bukele y GANA, al FMLN y a ARENA le pasaron factura la acumulación de errores, los casos de corrupción apañados, el distanciamiento de las bases y el desgaste de años en el poder, amén de la incapacidad de erradicar de una vez el problema de la violencia, pese a los tibios avances del actual gobierno.
"Mucho tiempo aferrados al poder, y algunos se han convertido en lo que tanto combatieron. El pueblo les dio un voto de castigo en las legislativas del pasado año, y ahora otra vez", aseguró a Sputnik un veterano de la guerrilla, ataviado ahora con el chaleco celeste del movimiento Nuevas Ideas, fundado por Bukele.
Si bien a la militancia arenera este revés les trae sin cuidado, pues sus condiciones de vida no dependen de quién gobierna, hay sectores vulnerables de la sociedad que sí se beneficiaron con las políticas sociales implementadas por el FMLN, y que temen un retroceso a un pasado al que no querían volver.
Como ella, muchos incondicionales del FMLN digieren como pueden el revés, que podría ser el detonante de cambios en la dirección de un partido más dividido de lo que sus seguidores quisieran admitir, y que fracasó en su intento de conseguir la remontada deseada en los comicios presidenciales.
Por otro lado, a Bukele tampoco le espera una cama de rosas: tendrá que cumplir con sus ambiciosas promesas de campaña, como la construcción de un aeropuerto en el oriente del país y de un ferrocarril en el litoral, y deberá gobernar con un partido que apenas posee 11 escaños en la Asamblea Legislativa (Parlamento), dominada por sus dos principales rivales, el FMLN y ARENA.