Cuando la guerra estalló el 2 de abril de 1982, Gorzelany realizaba su servicio militar obligatorio en un cuartel de Buenos Aires. Como otros tantos de miles de jóvenes, fue enviado a luchar bajo durísimas condiciones. Al regresar al continente tras la rendición argentina, tenía 19 kilos menos y la secuela psicológica del conflicto.
Sin embargo, hace un par de semanas, un mensaje relacionado con la guerra enviado por Edward Coodall, un inglés, lo dejó "temblando". Pero no de rabia o por un recuerdo desagradable vinculado con el trauma de la guerra. Muy por el contrario, se trató de un gesto de pura emoción.
"Me preguntó si yo era Alejandro Gorzelany. Además, muy respetuoso, me preguntó si no tenía problemas de recordar la Guerra de Malvinas y si no me hacía mal volver a hablar de esa época", relató el excombatiente argentino.
"Me contestó que tenía algo mío y que me lo quería devolver, que tiene mi casco. Al otro día, a la mañana me mandó la foto del casco. Yo no entendía cómo sabía que era mi casco. Pero no me acordaba que yo había escrito mi nombre en su interior, en la red", evocó.
Este inesperado reencuentro es para Gorzelany "una noticia linda", aunque "inesperada", pues nunca se imaginó que algo así podía pasar. "Es parte de una caricia que me dio la vida para poder cerrar un poco el ciclo ese", confesó.
Goodall vive en Plymouth, en el sudoeste de Inglaterra, y no estuvo jamás en Malvinas. El casco llegó a sus manos luego de que lo comprara en una subasta de objetos de colección en Londres. Cuando lo inspeccionó, encontró el nombre del argentino escrito en las bandas que revisten parte del interior del objeto.
Luego fue trasladado a la primera línea sobre el norte, en la península de Camber, donde manejó una de las ocho piezas de artillería.
Al final de la guerra, estuvo prisionero en un galpón durante algunos días. Luego, él y otros soldados argentinos fueron llevados caminando hacia el lado del aeropuerto, y obligados a depositar sus armas, su correaje y sus cascos en una pila.
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"Nunca más vi mi casco, pero tengo la funda en casa. El Gobierno inglés dejó que sus soldados se lleven el casco de los argentinos como souvenir de guerra. El que se llevó el mío, se lo vendió a un coleccionista", contó el excombatiente.
Tras el contacto, ambos hombres se escriben todos los días. Goodall es "una persona muy creyente, que trata de hacer el bien", subraya Gorzelany. Hasta el momento, el objeto que los unió continúa en Inglaterra, pues al británico "le daría mucha tristeza que se pierda" en un envío por correo.
En Argentina, el regreso de la guerra fue un tema complicado, porque "la sociedad no sabía cómo manejar el tema". Los excombatientes en su tierra desconocían "la necesidad de contención, de calor" que tenían los muchachos que regresaban de las islas.
Inicialmente, el Gobierno tampoco, aunque a partir de la militancia de las diferentes organizaciones de excombatientes, lograron obtener algunos beneficios para paliar los efectos del episodio, cuyo trauma sigue vivo en muchos.
"Creo que a medida que pasa el tiempo la sociedad nos tiene un cariño impresionante. Con lo que me pasó hace unos días, la gente no para de saludar. Me escriben de todas partes del país y del exterior también", aseguró.
Y concluyó con un pensamiento esperanzador, quizás paradójico, en base a su anécdota: así como a él lo contactaron para devolverle este recuerdo, "no sea cosa que en el futuro nos devuelvan las Malvinas".